PEREZA
El Bosco
Era un hombre muy devoto que todos los días pedía a su dios que le diera una buena cosecha. Día tras día iba al seminario de la aldea y rezaba para poder tenerla ese año. Pasó el tiempo y la cosecha no se producía y no podía entender por qué su dios no le escuchaba. Transcurrieron los días y, aunque mantenía su firme e inquebrantable devoción, nada había cambiado. Un día decidió dirigirse a su dios diciéndole:
- Mi Señor, he venido aquí sin interrupción en días soleados y de tormenta, con frío y calor, he cumplido con mis rituales correctamente, ¿Por qué no me escuchas? ¿Por qué te has olvidado de mi cosecha?
Y entonces ese día su dios le respondió:
- No te he olvidado, y estoy presente cada día en tus plegarias, pero al menos, ¡planta tus semillas!