LOCUS AMOENUS


H. H. Siemiradzki

Es un término literario proviniente del latín que significa lugar ameno o placentero y generalmente se hace referencia a un lugar idealizado tanto de seguridad como de confort, bello,etc. lugar de encuentro entre los amantes. Se asemeja al Edén.


Ángel González, que explicaba el tópico de ‘locus amoenus’ como un “lugar propicio para el amor”, para el disfrute, para el gozo.


Se trata de un bello y umbrío paraje compuesto por una serie de elementos esenciales: un prado o lugar recogido, con árboles y demás vegetación, con un arroyo o una fuente, normalmente bañado por una refrescante brisa estival, el sonido de los pájaros y la presencia de las flores, pintando el cuadro con su diversificado cromatismo y enriqueciendo el entorno con su aroma.


En la literatura, es frecuente la utilización de estos lugares imaginarios e idealizados, en especial en la literatura Occidental. Ejemplos claros del uso de este tópico los podemos encontrar en:

En la literatura clásica de Homero la naturaleza participa de lo divino. En este locus amoenus viven las ninfas y Atena. El jardín de Alcínoo, descrito en "La Odisea", presenta las características típicas del tópico: se trata de un prado fértil con árboles frutales productivos durante el año entero, una corriente de agua, flores acompañadas del canto de pájaros, es decir, una primavera contínua.

En literatura bucólica, se convierte en un elemento necesario. Se puede apreciar en cualquier composicion poéticas pastoriles de Virgilio y Teócrito. 

Un ejemplo del tópico es el siguiente fragmento escrito por Horacio:

“ Se fueron las nieves, ya vuelve la yerba a los campos
[ y al árbol su cabellera; cambia de modos la tierra y los ríos decrecen corriendo de
[ nuevo por los cauces de siempre;la Gracia y las ninfas, hermanas gemelas, desnudas se [atreven a dirigir sus coros....”

En esta Oda, Horacio describe el paisaje idílico de manera detallada, a pesar de tratarse un fragmento reducido.


El claro ejemplo en la literatura española, lo tiene Gonzalo de Berceo en los "Milagros de Nuestra Señora". Obra de laliteratura medieval donde se describe un maravilloso prado lleno de fuentes y verdor. Es durante numerosas estrofas de la Introducción a esta obra donde queda constancia del locus amoenus. Éstos son algunos de los ejemplos:

2. Yo maestro Gonçalvo de Verceo nomnado, 
yendo en romería caeçí en un prado, 
verde e bien sençido, de flores bien poblado, 
logar cobdiçiaduero pora omne cansado. 

3. Davan olor sovejo las flores bien olientes, 
refrescavan en omne las carnes e las mientes; 
manavan cada canto fuentes claras corrientes, 
en verano bien frías, en ivierno calientes. 

4. Avién y grand abondo de buenas arboledas, 
milgranos e figueras, peros e mazanedas, 
e muchas otras fructas de diversas monedas, 
mas non avié ningunas podridas nin azedas. 

5. La verdura del prado, la olor de las flores, 
las sombras de los árbores de temprados savores, 
resfrescáronme todo e perdí los sudores: 
podrié vevir el omne con aquellos olores. 

6. Nunqua trobé en sieglo logar tan deleitoso, 
nin sombra tan temprada nin olor tan sabroso; 
descargué mi ropiella por yazer más viçioso, 
poséme a la sombra de un árbor fermoso. 

7. Yaziendo a la sombra perdí todos cuidados, 
odí sonos de aves, dulces e modulados: 
nunqua udieron omnes órganos más temprados, 
nin que formar pudiessen sones más acordados. 

11. El prado que vos digo avié otra bondat: 
por calor nin por frío non perdié su beltat, 
siempre estava verde en su entegredat, 
non perdié la verdura por nulla tempestat. 

13. Los omnes e las aves, quantos acaecién, 
levavan de las flores quantas levar querién, 
mas mengua en el prado ninguna non façién: 
por una que levavan tres e quatro nacién.

Boccaccio en el "Decamerón", sitúa a los diez narradores en un jardín que se corresponde con la definición de locus amoenus. Los narradores, en este jardín, pasan las tardes bajo una arboleda a la sombra fresca que les sirve para alejarse de sus preocupaciones y entretenerse agradable y alegramente, olvidándose de la tristeza.



Para William Shakespeare, el locus amoenus es el espacio que se encuentra fuera de la ciudad, el lugar donde se pueden explorar libremente las pasiones, ocultos de la civilización que regula el comportamiento sexual. 

Para poner un ejemplo de antagonía al término de locus amoenus, Ovidio, en "Las Metamorfosis", invierte este término , siendo un lugar de violentos encuentros, un lugar donde ocurre lo peor. Otro ejemplo antagónico al tópico es "El infierno artificial", de Horacio Quiroga:

"Las noches en que hay luna, el sepulturero avanza por entre las tumbas con paso singularmente rígido. Va desnudo hasta la cintura y lleva un gran sombrero de paja. Su sonrisa, fija, da la sensación de estar pegada con cola a la cara. Si fuera descalzo, se notaría que camina con los pulgares del pie doblados hacia abajo.


No tiene esto nada de extraño, porque el sepulturero abusa del cloroformo. Incidencias del oficio lo han llevado a probar el anestésico, y cuando el cloroformo muerde en un hombre, difícilmente suelta. Nuestro conocido espera la noche para destapar su frasco, y como su sensatez es grande, escoge el cementerio para inviolable teatro de sus borracheras."
Posteriormente, el ‘locus amoenus’ se introdujo en el mundo urbano y los bosques se convirtieron en jardines y los ríos en fuentes de piedra. Ya en el siglo XX, Antonio Machado creó un magnífico ‘locus amoenus’ en uno de los poemas de ‘Soledades’, conocido por su primer verso, El limonero lánguido suspende. En él acude a uno de los conceptos que acabamos de comentar, pero en este caso el “paraíso perdido” no es otro que la infancia:

El limonero lánguido suspende
una pálida rama polvorienta
sobre el encanto de la fuente limpia,
y allá en el fondo sueñan
los frutos de oro…

Es una tarde clara,
casi de primavera,
tibia tarde de marzo
que el hálito de abril cercano lleva;
y estoy solo, en el patio silencioso,
buscando una ilusión cándida y vieja:
alguna sombra sobre el blanco muro,
algún recuerdo, en el pretil de piedra
de la fuente dormido, o, en el aire,
algún vagar de túnica ligera.

En el ambiente de la tarde flota
ese aroma de ausencia,
que dice al alma luminosa: nunca,
y al corazón: espera.

Ese aroma que evoca los fantasmas
de las fragancias vírgenes y muertas.

Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,
casi de primavera,
tarde sin flores, cuando me traías
el buen perfume de la hierbabuena,
y de la buena albahaca,
que tenía mi madre en sus macetas.

Que tú me viste hundir mis manos puras
en el agua serena,
para alcanzar los frutos encantados
que hoy en el fondo de la fuente sueñan…
Sí, te conozco, tarde alegre y clara,
casi de primavera.




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