ASTRACÁN O ASTRACANADA



El astracán (o astracanada) es un subgénero teatral cómico muy popular en los escenarios españoles durante el primer tercio del siglo XX, cultivado, ente otros dramaturgos, por Pedro Muñoz Seca y Pedro Pérez Fernández.
Aunque fue el exitoso género de evasión del público español de la época, en contadas ocasiones alcanza reconocimiento crítico y calidad.

El astracán supuso una salida a la crisis de los sainetes, aunque como lo que importa únicamente es reír, incluso a costa de la verosimilitud argumental, frecuentemente caía en el absurdo y carecía de calidad literaria.

Origen del término “astracán”

El Diccionario de la Real Academia no contempla el término “astracán” con esta acepción, sino que lo reserva para “astracanada”. En cualquier caso, la palabra simple o la derivada provienen de Astraján, ciudad rusa del Caspio.

Con el significado escénico, astracanada se empleó antes que astracán, ya a finales del XIX, relacionándola con obras del género chico caracterizadas por el humor y los disparates (era un adjetivo empleado peyorativamente).
Para encontrar la relación entre la palabra relativa al subgénero teatral y sus otras acepciones, existen hipótesis diversas. Según Ricardo De la Fuente Ballesteros “En torno al astracán”),
Tal vez se utilizó la palabra astracán por la similitud entre la apariencia basta de la prenda de este tipo y la vulgaridad y confección desaliriada de estos productos cómicos. Otra razón puede estar en la sensación de algo grotesco y extrario que podría producir una persona vestida con un abrigo de este tipo de piel, alejado de la moda del momento; sensación que encaja muy bien con los astracanes, donde lo grotesco y lo anormal son definitorios. De ahí que la mayoría de los cronistas escribiesen la palabra con k, para designar una obra tan exótica o disparatada como un ruso, vestido al estilo de su país, en un escenario español.


Características del astracán


Basado en una teatralización de la realidad, explota el uso de recursos como el retruécano, falsillas sentimentales y situaciones disparatadas. La acción, las situaciones y los personajes se supeditan al chiste y a las deformaciones cómicas del lenguaje. Los juegos toscos de palabras, la tipificación regional del habla, los nombres propios que dan lugar al equívoco y al chiste… son otros recursos repetidos.
La figura más importante del astracán es el fresco, personaje-tipo ocurrente que se mueve en una caracterización desde lo más costumbrista a lo más cómico, llegando a convertirse en “un pícaro o un granuja que inventa patrañas sin maldad real y que siempre son descubiertas y ridiculizadas” (J. A. Ríos Carratalá).
El periodista y crítico teatral Francisco Aznar Navarro ofrecía el siguiente perfil del género en ‘La Correspondencia’:
Se toma un fresco, lo más fresco posible. Se coloca a su alrededor una docena de mentecatos, se les somete a la más disparatada intriga, con el pie forzado del equívoco a que se presta el doble uso de un nombre de persona o población. Y se vuelca sobre todo ello veinte toneladas de frases, graciosas unas, dislocadas las más, que por lo inopinadas hacen que el público se destornille de risa y aun aplauda, sin perjuicio de preguntarse al final de la jornada: -Pero señor, ¿qué he aplaudido yo?
En sus manifestaciones más extremas se llega incluso a subvertir el lenguaje por medio de una parodia continua, que es lo que ocurre en ‘La venganza de Don Mendo’.



Obras y autores destacables del género


‘La venganza de Don Mendo’ es la astracanada más celebrada de Pedro Muñoz Seca, en la que se parodia el teatro histórico del Modernismo literario español y las convenciones y temas del teatro clásico español del Siglo de Oro. Una obra descabellada y divertida que cuenta con versiones cinematográficas como la de Fernando Fernán-Gómez.
Otras astracanadas muy conocidas de Muñoz Seca son ‘El verdugo de Sevilla’, ‘Los extremeños se tocan’, ‘La plasmatoria’, ‘Anacleto se divorcia’...

El astracán fue una forma que desafiaba la estética realista heredada del siglo XIX, y como tal fue bastante incomprendido y tuvo frecuentes detractores, sobre todo entre la crítica.
Chabás insiste, al comenzar su ‘Literatura española contemporánea’, en la “decadencia” del teatro español desde fines del XIX. Y no tiene reparos en criticar duramente el género del astracán, que “debiera excluirse de los capítulos dedicados a la historia del teatro”, y despreciar directamente a Muñoz Seca, que, según él, se lanzó a la más disparatada contorsión de la farsa, rebajando soezmente los temas más altos, buscando la más chocarrera forma del retruécano verbal y envileciendo el idioma estercolariamente.
A pesar de las críticas, Muñoz Seca fue el autor más aplaudido durante diez años de la escena española.
Aunque cuando Pedro Muñoz Seca se alzó con el reinado del género se olvidaron otros nombres que lo cultivaron, recordemos que E. García Álvarez fue precursor del astracán. El género del astracán surge en Muñoz Seca cuando comienza a colaborar con Pérez Fernández en las obras ‘Por petenera’ (1911) y ‘Trampa y cartón’ (1912) , y se afianza con la colaboración de García Álvarez en ‘El último Bravo’ (1917). Lo cultivaron otros autores como Carlos Arniches, Paso, Abati, Pedro Pérez Fernández…
En definitiva, el astracán es un subgénero teatral cómico que gozó de éxito entre el públio ávido de diversión y evasión, gracias al humor y por su efectividad teatral sobre el escenario, aunque en contadas ocasiones alcanzara pretensiones más altas y cotas de calidad literaria destacables, sumiéndose así en la decadencia del teatro cómico español de la época.




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