4.27.2013

El LAZARILLO DE TORMES

Frans Hals

"Era yo muchacho vicioso y regalado, criado en Sevilla sin castigo de padre, la madre viuda -como lo has oído-, cebado a torreznos, molletes y mantequillas y sopas de miel rosada, mirado y adorado, más que hijo de mercader de Toledo o tanto."
Vida del pícaro Guzmán de Alfarache (cap. III) de Mateo Alemán

¡Adiós inocencia!

Murillo
En este tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual, pareciéndole que yo sería para adestralle, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole cómo era hijo de un buen hombre, el cual, por ensalzar la fe, había muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre, y que le rogaba me tratase bien y mirase por mí, pues era huérfano. Él respondió que así lo haría y que me recibía, no por mozo, sino por hijo. Y así le comencé a servir y adestrar a mi nuevo y viejo amo.

Como estuvimos en Salamanca algunos días, pareciéndole a mi amo que no era la ganancia a su contento, determinó irse de allí; y cuando nos hubimos de partir, yo fui a ver a mi madre, y, ambos llorando, me dio su bendición y dijo:

-Hijo, ya sé que no te veré más. Procura de ser bueno, y Dios te guíe. Criado te he y con buen amo te he puesto; válete por ti.
Y así me fui para mi amo, que esperándome estaba.
Salimos de Salamanca, y, llegando a la puente, está a la entrada de ella un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del animal, y, allí puesto, me dijo:
-Lázaro, llega el oído a este toro y oirás gran ruido dentro de él.
Yo simplemente llegué, creyendo ser así. Y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome:
-Necio, aprende, que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo.
Y rió mucho la burla.

Parecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba. Dije entre mí: «Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer».



A cabo de tres semanas que estuve con él, vine a tanta flaqueza, que no me podía tener en las piernas de pura hambre. Vime claramente ir a la sepultura si Dios y mi saber no me remediaran. Para usar de mis mañas no tenía aparejo [1], por no tener en qué dalle salto. Y aunque algo hubiera, no podía cegarle, como hacía al que Dios perdone, si de aquella calabazada feneció. Que todavía, aunque astuto, con faltarle aquel preciado sentido, no me sentía; mas estotro, ninguno hay que tan aguda vista tuviese como él tenía.Cuando al ofertorio [2] estábamos, ninguna blanca[3]en la concha caía que no era de él registrada. El un ojo tenía en la gente y el otro en mis manos. Bailábanle los ojos en el casco como si fueran de azogue [4]. Cuantas blancas ofrecían tenía por cuenta. Y cuando el ofrecer, luego me quitaba la concheta y la ponía sobre el altar.No era yo señor de asirle una blanca todo el tiempo que con él viví, o por mejor decir, morí. De la taberna nunca le traje una blanca de vino; mas aquel poco que de la ofrenda había metido en su arcaz [5] compasaba de tal forma que le turaba[6] toda la semana.Y por ocultar su gran mezquindad, decíame:–Mira, mozo: los sacerdotes han de ser muy templados [7] en su comer y beber, y por esto yo no me desmando como otros.Mas el lacerado[8] mentía falsamente, porque en cofradías y mortuorios[9] que rezamos, a costa ajena comía como lobo y bebía más que un saludador.Y porque dije mortuorios, Dios me perdone, que jamás fue enemigo de la naturaleza humana sino entonces. Y esto era porque comíamos bien y me hartaban. Deseaba y aun rogaba a Dios que cada día matase el suyo. Y cuando dábamos sacramento a los enfermos, especialmente en la Extremaunción, como manda el clérigo rezar a los que están allí, yo cierto no era el postrero de la oración, y con todo mi corazón y buena voluntad rogaba al Señor, no que le echase a la parte que más servido fuese, como se suele decir, mas que le llevase de aqueste mundo. 

[1] para usar de mis mañana no tenía aparejo: para utilizar las habilidades que había aprendido con el ciego (robar algo del dinero que recauda el clérigo) no tenía ocasiones.
[2] ofertorio: parte de la misa durante la cual se pasan unas bandejas o cestas, en este caso, conchas entre los asistentes para que den limosna.
[3] blanca: moneda. Todavía se usa en la expresión “estar sin blanca”.
[4] azogue: mercurio.
[5] arcaz: arca, baúl o caja de madera.
[6] turaba: duraba.
[7] templados: moderados, contenidos, parcos en la comida o la bebida o en algún apetito o pasión.
[8] lacerado: infeliz, desgraciado. || Mezquino, miserable, roñoso.
[9] mortuorios: entierros.

El cinismo, la mentira y la hipocresía son malas cuando son otros quienes adolecen de ellas, pero cuando se trata de su propia persona, pueden ser perfectamente admisibles. 




Se ha escrito mucho sobre la bajeza del oficio de pregonero, dando a entender que no es verdad lo que dice Lázaro. Aunque "es oficio muy vil y bajo" (Diccionario de Autoridades), para Lázaro representaba lo más alto a lo que se podría llegar y, en consecuencia, encontró colmadas sus aspiraciones, sobre todo en el aspecto económico. "Pero, por otro lado, tampoco hay que olvidar que el cargo proporcionaba unos buenos ingresos", afirma Rico, trayendo a colación las Ordenanzas municipales de Toledo de 1562. 
Por lo que se refiere al éxito social, también es señalado por las palabras de Lázaro: "Hame sucedido tan bien, yo lo he usado tan fácilmente, que casi todas las cosas al oficio tocantes pasan por mi mano; tanto, que en toda la ciudad, el que ha de echar vino a vender, o algo, si Lázaro de Tormes no entiende en ello, hacen cuenta de no sacar provecho. 
En este tiempo viendo mi habilidad y buen vivir, teniendo de mi persona el señor arcipreste de Sant Salvador...
Dadas las características del cargo de pregonero, era natural que Lázaro entrase en contacto con la clase media y alta de la sociedad toledana,  y así es como conoció a su benefactor, el arcipreste de San Salvador. 
Con esto queda demostrado que en la vida de Lázaro tiene lugar el éxito, material y social, y que, por tanto, se produce un ascenso. Es fácil conectar tal éxito y ascenso con lo que se anticipa en: "y vean que vive un hombre con tantas fortunas, peligros y adversidades y también porque consideren los qe heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuántos más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando salieron a buen puerto". 

4.26.2013

JOHN MILTON







El Paraíso Perdido (Paradise Lost) es uno de los más notables poemas épicos de la literatura inglesa, y la obra cumbre de John Milton (1608-1674).
El poema comienza en el infierno, sede de los demonios, los cuales yacen abatidos por la derrota ante las huestes angélicas. Satán, el héroe insurgente, se alza como una voz atronadora en el paisaje sombrío, arremetiendo y estimulando a sus hermanos en la rebelión. Mediante una retórica llena de astucia, Satán logra levantar la cabeza de los derrotados. Ante la imposibilidad de un enfrentamiento directo con Dios y sus agentes, el príncipe del inframundo decide urdir su venganza golpeando las joyas del cielo: Adán y Eva.
Así Satán llega al Paraíso. Dios lo observa. Jesús; que todavía es una idea sin destino, también posa sus ojos sobre él. En aquel paisaje de delicias, Satán aprende la lengua de Adán y consigue averiguar la prohibición que pesa sobre el árbol del bien y del mal. 
John Milton imagina un demonio asombrado por las formas del mundo, y especialmente por la delicada belleza de Adán y Eva. El cielo no permanece inactivo. El arcángel Rafael llega al Paraíso para advertir a la pareja humana del arribo de Satán. Aquí la historia del ángel caído es narrada extensamente.
En este punto, El Paraíso Perdido se torna genial, pasa de ser una epopeya poética, para trascender los límites de lo majestuoso: Satán encuentra a Eva, sola, y la seduce, la invita a saborear la prohibición con estas palabras:
¿Qué nos prohíbe conocer? ¿Nos prohíbe el bien, nos prohíbe ser sabios? ¿Ha muerto, por ventura, la serpiente? Ha comido, y vive, conoce, habla, razona, discierne, cuando hasta aquí era irracional. ¿No habrá sido inventada la muerte más que para nosotros? ¿O será que el alimento intelectual que se nos niega esté reservado a las bestias? ¿Qué es, pues, lo que temo? ¿Acaso sé lo que debo hacer en la ignorancia en que me encuentro del bien y del mal, de Dios o de la muerte, de la ley o del castigo? Aquí crece el remedio de todo; ese fruto divino, de aspecto agradable, que halaga el apetito, y cuya virtud comunica la sabiduría. ¿Quién me impide que lo tome y alimente a la vez el cuerpo y el alma?
El Paraíso Perdido, con sus más de diez mil versos blancos, no sólo fue un poema épicoque desafió las leyes de la métrica establecida, sino que recuperó para Inglaterra una forma de hacer poesía; arrancando del pasado el estilo olvidado de la poesía heróica. En la época de John Milton, se veía como un defecto la falta de rimas; pero los que conocen la música de los héroes (desde el sitio de Ilión hasta la pira de Beowulf) difícilmente coincidan con esto.

" La potestad suprema le arrojó de cabeza, envuelto en llamas, desde la bóveda etérea, repugnante y ardiendo, cayó en el abismo sin fondo de la perdición, para permanecer allí cargado de cadenas de diamante, en el fuego que castiga; él, que había osado desafiar las armas del todopoderoso, permaneció tendido y revolcándose en el abismo ardiente, juntamente con su banda infernal, nueve veces el espacio de tiempo que miden el día y la noche entre los mortales, conservando, empero, su inmortalidad. Su sentencia, sin embargo, le tenía reservado mayor despecho, porque el doble pensamiento de la felicidad perdida y de un dolor perpetuo le atormentaba sin tregua. Pasea en torno suyo sus ojos funestos, en que se pintan la consternación y un inmenso dolor, juntamente con su arraigado orgullo y su odio inquebrantable. De una sola ojeada y atravesando con su mirada un espacio tan lejano como es dado a la penetración de los ángeles, vio aquel lugar triste, devastado y sombrío; aquel antro horrible y cercado, que ardía por todos lados como un gran horno. Aquellas llamas no despedían luz alguna; pero las tinieblas visibles servían tan sólo para descubrir cuadros de horror, regiones de pesares, oscuridad dolorosa, en donde la paz y el reposo no pueden habitar jamás, en donde no penetra ni aun la esperanza. "

Puedes leer o descargar El Paraíso Perdido, de John Milton, aquí:

4.17.2013

J. A. GOYTISOLO

La noche le es propicia


Todo fue muy sencillo: 
ocurrió que las manos 
que ella amaba, 
tomaron por sorpresa 
su piel y sus cabellos; 
que la lengua 
descubrió su deleite. 
¡Ah! detener el tiempo! 
Aunque la historia 
tan sólo ha comenzado 
y sepa que la noche 
le es propicia, 
teme que con el alba 
continúe su sed 
igual que siempre. 
Ahora el amor la invade 
una vez más. ¡Oh tú 
que estás bebiendo! 
Apiádate de ella, 
su garganta está seca, 
ni hablar puede. 
Pero escucha su herido, 
respira la agonía 
de un éxtasis y el ruego: 
¡no te vayas, no, no te vayas. 
¡Quiero beber yo!


Boureau
En este mismo instante 
hay un hombre que sufre, 
un hombre torturado 
tan sólo por amar 
la libertad. Ignoro 
dónde vive, qué lengua 
habla, de qué color 
tiene la piel, cómo 
se llama, pero 
en este mismo instante, 
cuando tus ojos leen 
mi pequeño poema, 
ese hombre existe, grita, 
se puede oír su llanto 
de animal acosado, 
mientras muerde sus labios 
para no denunciar 
a los amigos. ¿Oyes? 
Un hombre solo 
grita maniatado, existe 
en algún sitio. ¿He dicho solo? 
¿No sientes, como yo, 
el dolor de su cuerpo 
repetido en el tuyo? 
¿No te mana la sangre 
bajo los golpes ciegos? 
Nadie está solo. Ahora, 
en este mismo instante, 
también a ti y a mí 
nos tienen maniatados.



A veces
alguien te sonríe tímidamente en un supermercado
alguien te da un pañuelo
alguien te pregunta con pasión qué día es hoy en la sala de espera del dentista
alguien mira a tu amante o a tu hombre con envidia
alguien oye tu nombre y se pone a llorar.

A veces
encuentras en las páginas de un libro una vieja foto de la persona que amas y eso te da un tremendo escalofrío
vuelas sobre el Atlántico a más de mil kilómetros por hora y piensas en sus ojos y en su pelo
estás en una celda mal iluminada y te acuerdas de un día luminoso
tocas un pie y te enervas como una quinceañera
regalas un sombrero y empiezas a dar gritos.

A veces
una muchacha canta y estás triste y la quieres
un ingeniero agrónomo te saca de quicio
una sirena te hace pensar en un bombero o en un equilibrista
una muñeca rusa te incita a levantarle las faldas a tu prima
un viejo pantalón te hace desear con furia y con dulzura a tu marido.

A veces
explican por la radio una historia ridícula y recuerdas a un hombre que en vida fue tu amigo
disparan contra ti sin acertar y huyes pensando en tu mujer y en tu hija
ordenan que hagáis esto o aquello y enseguida te enamoras de quien no hace ni caso
hablan del tiempo y sueñas en una chica egipcia
apagan las luces de la sala y ya buscas la mano de tu amigo.

A veces
esperando en un bar a que ella vuelva escribes un poema en una servilleta de papel muy fino
hablan en catalán y quisieras de gozo o lo que sea morder a tu vecina
subes una escalera y piensas que sería bonito que el chico que te gusta te violara antes del cuarto piso
repican las campanas y amas al campanero o al cura o a Dios si es que existiera
miras a quien te mira y quisieras tener el poder necesario para ordenar que en ese mismo instante se detuvieran todos los relojes del mundo.

A veces
sólo a veces gran amor


4.16.2013

L. CARROLL


El Gato sonrió al ver a Alicia.
Parecía tener buen carácter, consideró Alicia; pero también tenía unas uñas muy largas y un gran número de dientes, de forma que pensó que convendría tratarlo con el debido respeto.
- “Minino de Cheshire”, empezó algo tímidamente, pues no estaba del todo segura de que le fuera a gustar el cariñoso tratamiento; pero el Gato siguió sonriendo más y más. “¡Vaya! Parece que le va gustando”, pensó Alicia, y continuó: “¿Me podrías indicar, por favor, hacia dónde tengo que ir desde aquí?”.
- “Eso depende de a dónde quieras llegar”, contestó el Gato.
- “A mí no me importa demasiado a dónde…”, empezó a explicar Alicia.
- “En ese caso, da igual hacia dónde vayas”, interrumpió el Gato.
- “…siempre que llegue a alguna parte”, terminó Alicia a modo de explicación.
- “¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte”, dijo el Gato, “si caminas lo bastante”.
A Alicia le pareció que esto era innegable, de forma que intentó preguntarle algo más: “¿Qué clase de gente vive por estos parajes?”.
- “Por ahí”, contestó el Gato volviendo una pata hacia su derecha, “vive un sombrerero; y por allá”, continuó volviendo la otra pata, “vive una liebre de marzo. Visita al que te plazca: ambos están igual de locos”.
- “Pero es que a mí no me gusta estar entre locos”, observó Alicia.
- “Eso sí que no lo puedes evitar”, repuso el gato; “todos estamos locos por aquí. Yo estoy loco; tú también lo estás”.
- “Y ¿cómo sabes tú si yo estoy loca?”, le preguntó Alicia.
- “Has de estarlo a la fuerza”, le contestó el Gato; “de lo contrario no habrías venido aquí”.


4.14.2013

JOSÉ LUÍS SAMPEDRO

Dos corazones se besan. 

Sarcófago de los esposos. 
“-Cierto, te comprendo. Yo le enseñaré cómo deseamos al hombre las mujeres –traduce Hortensia.
-¡Eso era! ¿Lo ves? ¡Siempre me aciertas!
Aunque nunca lo digamos, porque quisiéramos ser adivinadas; pero no sois capaces...
Sí, le enseñaré cómo adivinarnos los deseos. Y así será más hombre, mucho más hombre.
-¡Ay, Hortensia, Hortensia! ¿Por qué no tendría yo la suerte de que me enseñaras a mí?
Pero Hortensia se recuerda muy bien a sí misma cuando era joven.
-Entonces yo tampoco sabía... No nos quejemos, Bruno. Si nos hubiésemos encontrado antes no hubiéramos estado maduros el uno para el otro... ¿Te parece poco lo que tenemos?
Pues casi nadie lo consigue en esta vida. Ni a nuestros años ni en la juventud...
Casi nadie.
Si acaso le parecía poco, esas palabras dichas con tanta verdad -«el uno para el otro»-le saben a plenitud, porque también las entiende como «el uno al lado del otro»: no enfrente de la mujer, como él se situó siempre, sino a su lado... «¡La pareja etrusca!» …”


4.05.2013

HERMES O MERCURIO

Mercurio y París, óleo de Donato Creti (1745).

Eneida - Libro I.297-304

HAEC AIT, et Maia genitum demittit ab alto, 
terrae ut, utque novas pateant Karthaginis arces 
hospitio Teucris, ne fati nescia Dido 
finibus arceret: volat ille por aera magnum 
. remigio alarum, ac Libyae citus adstitit Oris 
Et iam iussa facit, ponuntque Ferocia Poeni 
corda volente deo, in primis regina quietum 
accipit en Teucros animum mentemque benignam.

En este breve pasaje de transición de la conversación de los dioses a la acción en la Tierra, Mercurio desciende del Olimpo para preparar Dido para la llegada de los troyanos. 



4.03.2013

LEANDRO EN LA POESÍA DE LORD BYRON


La poesía a menudo se sumerge en las aguas de la mitología, pero son pocas las ocasiones en que logra arrancarla del ámbito mítico y posicionarla en el estrecho catálogo de prodigios reales y comprobados. Este es uno de esos pocos casos.
El mito de Hero y Leandro no es de los más conocidos, aunque su temática si lo es, básicamente, la historia trágica de dos amantes.

Hero era una hermosa sacerdotiza de Afrodita que vivía recluida en una torre en Sestos, al norte del Helesponto, hoy llamado Estrecho de los Dardanelos. Leandro, un muchacho de Abidós, justo en el otro extremo del estrecho, se enamoró perdidamente de ella, y cada noche cruzaba a nado el Helesponto para yacer en su lecho. Desde lo alto de su torre,Hero encendía una lámpara para guiarlo en las aguas oscuras.

Por cierto que aquel amor no se concretó de inmediato. Leandro debió apelar no solo a sus dotes natatorias para impresionar a la muchacha. El joven argumentó que Afrodita, diosa del amor, despreciaba las atenciones y la adoración de una muchacha virgen. Ante semejante argumento, Hero cedió, y se acostó con Leandro a lo largo de todo el verano.

Entonces llegó el invierno y sus olas embravecidas. Una tempestad imprevisible se cerró sobre el Helesponto justo cuando Leandro nadaba en sus aguas. Una ráfaga de viento cargada de extrañas voces golpeó contra la torre. La lámpara de Hero se apagó, y el joven perdió el rumbo y finalmente se ahogó.

Las horas pasaron, y cuando Hero atisbó en la costa el cadáver de Leandro se arrojó desde lo alto de la torre. 
Ahora bien, este es el mito clásico, resumido bestialmente por nosotros, que llegó a oídos del joven Lord Byron (1788-1824). Hasta entonces era solo eso, un mito, una leyenda más de dos amantes golpeados por la fuerza del destino. Lo curioso es que la única parte mítica de esta historia es el cruce del Helesponto a nado, el resto podría suceder, como sin dudas sucedió incontables veces.
El 3 de mayo de 1810 Lord Byron se encontraba viajando hacia Constantinopla para defender a Grecia de la opresión otomana. Mientras el buque que lo transportaba, elSalsette, anclado en Abidos, aguardaba un permiso de las autoridades para seguir avanzando, el joven poeta y un amigo, el teniente Ekenhead, decidieron poner a prueba loslímites entre mito y realidad. Esa misma tarde ambos se arrojaron a las aguas del Helesponto ante la mirada atónita de numerosos testigos. Lo que nadie había hecho, además de Leandro, un personaje de la más rigurosa mitología, se hizo con total naturalidad. Lord Byron, un muchacho con serias deformaciones óseas en sus pies, cruzó el Helesponto a nado.
Extrañamente esta hazaña logró dos cosas: erradicar la idea de que cruzar el estrecho a nado era una muerte segura, es decir, logró arrancar a Leandro del mito (o redefinirlo como una forma más de lo posible) y ubicarlo en la más plausible realidad, además de elevar a Lord Byron, un muchacho real con deficiencias motrices reales, al diminuto salón donde los hombres se trascienden a si mismos y se transforman en mito.

LA BELLA DURMIENTE: ARTIMAÑAS Y OTRAS PÓCIMAS PARA NO SOÑAR










La Bella Durmiente es uno de esos cuentos populares que todos conocemos... o tal vez no.
Primero tracemos un resumen del cuento, y luego entremos en detalles:
Una Reina da a luz una niña. El Rey anuncia una gran fiesta. Siete hadas son convocadas para ser madrinas de la niña. En agradecimiento por el honor (y por los regalos del rey) las hadas le entregan a la niña siete dones.

1: Ser la más bella de todas las mujeres.
2: Tener la bondad de un ángel.
3: La gracia de las gacelas.
4: Bailar con perfección.
5: Cantar como las aves.
6: Tocar con maestría todos los instrumentos.
7: Una gran inteligencia.
De pronto, una hada maléfica entra en el recinto. Furiosa por no haber sido invitada a la fiesta, maldice a la niña diciendo:
-¡El día de tu cumpleaños número quince te pincharás con una aguja y morirás!
Una de las hadas buenas dice:
-La niña no morirá, dormirá cien años y un príncipe la despertará.
Pasa el tiempo. Cuando la niña cumple quince años encuentra a una anciana cosiendo en una habitación del castillo; es el hada maligna que mediante esta estratagema logra que la joven se pinche el dedo con una aguja, y duerma. El Rey, abatido, manda a llamar al hada buena, que dice:
-Para que vuestro dolor no sea inmenso; y para que la princesa no se encuentre sola, dormirán todos, y no despertarán hasta que termine su largo sueño.
Todos duermen una siesta descomunal. Un bosque mágico cubre el castillo. Pasan cien años y un príncipe pasa por el lugar. Su caballo se niega a avanzar. Como por arte de magia, vé el castillo e ingresa. Encuentra a la princesa y, excitado por su belleza, la besa suavemente y la joven despierta, así como el resto de los durmientes. Al día siguiente comienzan las fiestas por el casamiento entre la princesa y su salvador.
La verdadera historia de la Bella Durmiente:
Antes de ser un cuento de hadas, la Bella Durmiente fue un cuento popular medieval, heredero de un pasado aún más oscuro y grandioso. En 1697, Charles Perraultlo publicó como: La Bella Durmiente del bosque (Belle au Bois Dormant). Años después, y tras profundas investigaciones folklóricas, los hermanos Grimm volvieron a publicar la historia, esta vez en Alemania, bajo el título: Bella Durmiente (Dornröschen).
Estas son las versiones que circulan normalmente, y sobre las que se construyó el imaginario del cuento -incluido Disney y su inagotable capacidad de aniquilar monumentos tradicionales-. Son similares en casi todo, salvo en el número de hadas. Los hermanos Grimm suavizaron la historia para darle el encanto de la sencillez, Perrault, en cambio, aprovecha el cuento para despotricar contra la mujer y dar rienda suelta a su machismo. Por ejemplo, insiste en que el príncipe se burla de las ropas antiguas de la princesa, e incluye a la inteligencia como uno de los dones ofrecidos por las hadas, como si ésta sólo pudiese existir sobrenaturalmente en la mujer. Luego se ceba en la madre del príncipe, una especie de ogro insaciable que intenta devorar a los hijos de la joven pareja. Los Grimm, mucho más sutiles, eliminan la entrega del don de la inteligencia, y aclaran en varias ocasiones que la princesa ya lo poseía.
Lo cierto es que, a pesar de los esfuerzos de los hermanos Grimm para no mostrarse machistas, la versión medieval de la Bella Durmiente nos habla de una princesa bastante estúpida. Leída fuera de un contexto mitológico, la maldición del hada sólo es entendible en términos de profunda misoginia. Supongamos que alguien nos envía una maldición análoga, es decir, que dentro de un tiempo caeremos en un sueño de un siglo luego de pincharnos con una aguja. Lo más razonable es que nos mantengamos alejados de tales herramientas textiles, pero esto no sucede en el cuento. Incluso el rey, hombre sabio y prudente, queda escandalizado ante la profecía, a la que considera perfectamente realizable. Vale señalar que en la edad media, y mucho más acá, la mujer estaba íntimamente relacionada con la confección y mantenimiento de las ropas, por lo que siempre había una aguja a mano para ellas. En este sentido el temor del rey es doblemente insólito, pues sabe que su hija, como mujer, está obligada a las tareas textiles, pero jamás se le ocurre que las abandone, hecho que la dejaría a salvo de la maldición.
Pronto veremos que todas estas anécdotas han sobrevivido por el simple hecho de que poseen un fuerte arraigo mitológico. No están allí en vano, ni su utilidad es meramente narrativa; están allí porque son el único vínculo con la verdadera historia de la Bella Durmiente.
Viajemos desde las alcobas de las niñas románticas y victorianas, y, por qué no, de las jovencitas de nuestro tiempo, y volemos hacia el pasado remoto de Europa Occidental. Atravesemos la edad media, a la que imaginamos cubierta por una nube sombría (e igualmente brillante), pasemos sobre el Beowulf, monumento inglés a la antiquísimamitología de aquel país, perdida para siempre, dejemos atrás al primer merovingio y a todos los reyes del continente; sigamos hacia atrás, lejos en el tiempo, mucho antes de que el Galileo ascienda al madero; sumerjámonos en una oscuridad arcaica, cuando los Señores del Valhalla aún eran temidos y adorados por las tribus indoeuropeas; entonces si, allí encontraremos la razón de que un cuento aparentemente imbécil sobreviva en nuestra era; iluminando la esencia escondida de la Bella Durmiente.
Nuestro vínculo con aquella época oscura es la Saga Volsunga (Völsungasaga), escrita en Islandia en el siglo XIII sobre historias que preceden el auge romano, y que se remontan, tal vez, al 800 a.C, cuando se produjo la llamada Völkerwanderung (migración de pueblos); época de cambios y exilios, donde civilizaciones enteras migraron a lo largo y ancho de Europa. Entre otras narraciones notables, la Saga Volsunga cuenta la historia de Sigurd(Sigurðr) y Brunilda (Brynhildr), cuyos cimientos son incluso anteriores a las migraciones, en una época tan antigua como el año 1000 a.C.
Brunilda era una Valkiria, esto es, una semidiosa que recogía a los héroes muertos en el campo de batalla, escoltándolos a los amplios salones del Valhalla. Ella es, a todas luces, la mujer en estado salvaje, honorable y terrible a la vez. Su silueta ambigua protagonizará épicas nórdicas como Nibelungenlied, e inspiraría a Richard Wagner en su obra capital: El anillo de los Nibelungos (Der Ring des Nibelungen). La Saga Volsunga cuenta que Odín, el gran dios nórdico, le ordena a Brunilda que decida sobre el destino de una batalla entre dos reyes, Agnar y Hjalmgunnar. Ella decide por Agnar, y Odín, enfurecido por no haberse inclinado por su favorito, Hjalmgunnar, la condena a un sueño eterno, es decir, a dejar de lado su condición de diosa y vivir en el mundo espeso de los sentidos. En otras palabras, Odín condena a Brunilda a vivir como una mujer mortal, y la encarcela en el monte Hindarfjall, oculto en los Alpes. Para ello la clava al duro suelo de una caverna utilizando agujas de fuego.
Sigurd, un caballero de noble estirpe, descubre la entrada a una oscura caverna en aquel monte, y la describe como un castillo de roca rodeado por un bosque espeso. Allí encuentra a Brunilda, presa de un sueño tan profundo que, en un principio, nuestro héroe la considera muerta; aunque sabe que no lo está. Su rey, Gunnar, le ha contado la tragedia de Brunilda, y lo ha enviado en una misión suicida, conseguir la mano de esta Valkiria caída. Para ello, Sigurd se disfraza con las ropas de Gunnar, ya que Brunilda solo se casará con quien pueda derrotarla en combate singular. El joven la despierta con un beso en la mejilla, detalle que algunos señalan como metafórico, sosteniendo que aquel beso fue, en realidad, un roce con el filo de su espada; y se entrelazan en un combate feroz.
Sigurd vence. Brunilda se entrega mansamente a su destino, pero antes de volver deben pasar la noche en la cueva, ya que una fuerte tormenta golpea los flancos de Hindarfjall. Yacen juntos, pero Sigurd coloca su espada entre ambos, para que sus cuerpos no se toquen. Él se mantiene fiel a su promesa al rey; pero Brunilda, encandilada por la fuerza del joven, intenta acariciarlo y se corta un dedo con la espada, cuya manufactura era tan perfecta que su punta era tan diminuta y afilada como la punta de un alfiler.
Reconocer estos jirones mitológicos no es sencillo, tampoco es particularmente necesario para disfrutar de una buena historia; pero su peso es el que decide la inmortalidad de un cuento popular. Quizás no sepamos el por qué, ni el cómo ni el cuándo, pero todos los cuentos que aún entretienen a nuestros niños poseen un pasado asombroso, algo que entra por los oídos pero que florece en el inconsciente, que se ramifica en la vasta herencia psicológica de los pueblos, ajeno a los avatares del cine y los cambios, inmóvil, como el sueño de algunas princesas, fijo, como la mirada aguda de los príncipes que vagan por bosques ya olvidados.




4.01.2013

COMO NO SE DEBE HACER UNA RESEÑA

El lugar del exilio de 1939



A la intemperie, de Jordi Gracia, tiene una seguridad y un brío narrativos que cautivan. Es un libro fluyente y calculado que oímos respirar, buscar, moverse inquieto -como su autor- entre el espigueo de las citas espléndidas y la comezón de definir con brillantez
Ensayo. No andamos tan sobrados de polémicas de hondura como para desdeñar una que concierne al lugar del exilio intelectual de 1939 en la historia de la literatura española. Hace ya tiempo el inolvidable Claudio Guillén apuntó en El sol de los desterrados que los trabajos sobre su recuerdo debían pasar del "ámbito de los temas" al de los "problemas". Y hace tres años, un libro de María Paz Balibrea, Tiempo de exilio -"un punto obcecado", como apunta con razón Jordi Gracia-, lamentaba que el "no lugar" del destierro respondiera a que "la opinión democrática del antifranquismo se edifica sobre los cimientos inamovibles del desarrollismo franquista". Jordi Gracia, aludido negativamente en aquellas páginas, argumenta aquí su deseo de "comprender la cultura española desde 1939 en un solo cauce", pero también concluye que en lo que toca al exilio, "sus posibilidades de intervención se agotaron por razones políticas, pero también de pura consunción biológica y de anacronía o desfase histórico". Y si es cierto que el exilio "concentró con potencia el valor simbólico de la derrota", también lo es que, entre 1965 y 1980, cuando más intensamente se hablaba de una deuda colectiva, en el fondo preferíamos -además de Cortázar y García Márquez- el humor de Eduardo Mendoza que no estaba en Max Aub, aquella "precisión emotiva" de Marsé que no se hallaba en Arturo Barea o la "insolencia lírica de Umbral", mejor que la de Rosa Chacel.
A la intemperie. Exilio y cultura en España
Jordi Gracia
Anagrama. Barcelona, 2010
256 páginas. 16,50 euros
Puede que no haya incompatibilidades tajantes en elecciones que algunos nunca hicimos. Pero la ley del ensayo -y como ensayo se define este libro- es a veces la hipérbole provocativa. Y, en cambio, su mejor defensa siempre estriba en el grado de coherencia emocional que se percibe en su andadura. Y A la intemperie es un libro fluyente y calculado que oímos respirar, buscar, moverse inquieto -como su autor- entre el espigueo de las citas espléndidas y la comezón de definir con brillantez. Lo consigue. No tiene nada que ver con la pataleta de Francisco Umbral que exaltó la figura de Camilo J. Cela contra la de los desterrados, beneficiarios del "misticismo devoto del exilio" donde casi todo ha sido "ruido y Academia"(Las palabras de la tribu). Con razones verdaderas, Jordi Gracia ha hablado de una "democracia caníbal", aunque "benigna", y de un balance lleno de matices. Y su actitud nos señala un rumbo nuevo: asistimos al "reencuentro de los nietos", interesado pero también justiciero, conmovido pero deseoso de lucidez, y nos hace pensar inevitablemente en las páginas y las autoficciones de Antonio Muñoz Molina, Ignacio Martínez de Pisón y Javier Cercas, sus coetáneos, que se citan oportunamente en las últimas páginas de A la intemperie.
Como ellos, el autor ha querido ver la llaga desde dentro y no es casual que la mayor parte de las citas provengan del importante caudal de epistolarios que vamos atesorando y que no falten las de testimonios clásicos como el madrugador ensayo Para quién escribimos nosotros,de Ayala; La gallina ciega, de Aub, y Drama patrio, de Gil-Albert. Desde dentro, se recuentan aquí los desgarrones que se saldaron con sufrimiento (los suicidios de Eugenio Ímaz o Ramón Iglesia Parga, o el dolor y la desorientación de Rosa Chacel), los "regresos inciertos" y tempranos (principalmente de exiliados catalanes), las acomodaciones felices y fecundas (las de Pedro Salinas, Adolfo Salazar, Josep Lluís Sert o Luis Buñuel), los intentos de diálogo con el antifranquismo del interior (visibles en las referencias del Boletín de Información de la Unión de Intelectuales Españoles, que acaba de editar Manuel Aznar Soler) y la presencia de quienes fueron, desde España, abnegados albaceas del exilio (Rafael Lapesa o José Luis Cano).
A la intemperie tiene una seguridad y un brío narrativos que cautivan. La primera obedece, sin duda, a que forma parte de una trayectoria vocacional de singular coherencia que se inició con una indagación sobre la restitución del diálogo intelectual bajo el franquismo (Estado y cultura y La resistencia silenciosa); en medio hubo una panorámica del presente, Hijos de la razón, y al final, un par de memorables volúmenes sobre Dionisio Ridruejo, que estuvo en todas partes, incluida la intemperie. Ahora llega, casi necesariamente, un importante ensayo sobre el exilio pero también, por qué no, sobre nosotros. -


CAPERUCITA, ¡ATENTA! ¡QUÉ VIENE EL LOBO Y SUS MÁS VORACES SECUACES!


De todos los cuentos populares de que nos ha legado la Edad Media, y aún más atrás, el de Caperucita Roja es que ha sufrido las mutilaciones más severas de parte de comentadores, recopiladores y, por supuesto, el gélido y abstruso Walt Disney.
El cuento, hasta la escena en donde el lobo se viste con las ropas de la abuela, es más o menos el mismo que conocían los niños medievales. Las diferencias se dan a partir de este punto. Pero primero repasemos un poco de historia.
El primer recopilador en rescatar el cuento de Caperucita Roja fue Charles Perrault, que lo incluyó en su antología de historias populares en 1697. Al contrario de lo que sucede con otros cuentos tradicionales, como La Bella Durmiente o Hansel y Gretel, Caperucita Roja no era un cuento muy extendido en Europa. Es más, se lo conocía en un ámbito bastante cerrado, que iba desde el norte de los Alpes a la región de Loira. En 1812 los hermanos Grimm reescribieron la historia, especialmente el final, y ésa es la versión que se conoce hoy en día; una versión, dicho sea de paso, muy diferente de la Caperucita Rojareal.
No resulta asombroso que los hermanos Grimm hayan modificado el relato original, lo extraño es que para ello se hayan basado en una oscura obra de Ludwig Tieck llamada:Vida y muerte de la pequeña Caperucita Roja (Leben und Tod des kleinen Rotkäppchen); tragedia que incluye la presencia del leñador, ausente en el cuento popular.
Tal vez para no ahuyentar a los temerosos padres de inicios del siglo XIX, los hermanos Grimm eliminaron de cuajo todos los elementos eróticos del cuento y plantaron un final feliz, además de barrer con todo lo que no sostenga la pureza e inocencia de Caperucita. El resumen: el final del cuento en la versión de Jabob y Wilhelm Grimm se salvan absolutamente todos, salvo el lobo, claro; cuyas tripas son abiertas por el hábil leñador, devolviendo a la abuela a su rutina diaria.
Vayamos a un análisis del cuento.
Según la clasificación de Aarne-Thompson sobre cuentos folklóricos, Caperucita Rojaentra en la categoría 333, esto es, cuentos que presentan un oponente sobrenatural.Es importante que borremos de nuestra mente la idea de que los cuentos popularesservían como advertencia a los niños sobre los peligros del bosque, para eso bastaba una buena reprimenda. Los relatos folklóricos tienen otra función, mucho más importante para los pueblos de lo que los pueblos han sabido comprender. Según lo vemos hoy en día, el protagonista de Caperucita Roja es, claramente, Caperucita Roja, pero esto no es así. El error, si cabe llamarlo así, es a la insistencia de Disney por lograr la empatía de los niños con la historia. Escencialmente, Caperucita Roja es un personaje importante, un disparador por el cual se sucede la verdadera tragedia, pero de ningún modo es el único. Incluso hay versiones muy antiguas en las que se la menciona de paso, como aquel cuento tradicional de Italia llamado La finta nona, es decir, La falsa abuela, en cuyo caso la jovenCaperucita es un elemento casi decorativo.
La verdadera historia de Caperucita Roja sostiene dos elementos centrales:
1) El tabú del canibalismo.
2) El rescoldo de la vieja religión nórdica.
Caperucita Roja, Rotkäppchen, Little Red Cap, Le Petit Chaperon Rouge, Little Red Riding Hood, son variables de este disparador. Si tuviésemos acceso a alguna extravagante máquina del tiempo, y pudiésemos atestiguar de primera mano la narración deCaperucita Roja, oiríamos un cuento completamente diferente al que conocemos. Allí, el lobo engulliría a la anciana, tal como hoy, pero dejaría sobre la mesa un jugoso banquete hecho con la carne y la sangre de la abuela, que la inocente Caperucita devoraría vorazmente, acaso intuyendo su origen ilícito. Luego, vestido con las ropas de la occisa, y tras de un diálogo con muchísimas variantes, el lobo pasaría de degustar la carne temblorosa de Caperucita; momento en el que un cazador, que oye los gritos desgarradores de la joven, ingresa en la estancia, mata al lobo y le abre el estómado con un cuchillo, devolviendo a la joven al mundo de los vivos.
Ahora bien, este morir y renacer de Caperucita Roja nos habla sobre algo muy antiguo en la raza humana: el rito de iniciación.
Caperucita en el bosque, en la casa y en el estómago del lobo, son símbolos de las tres fases de la iniciación a la adultez; por el cual una niña abandona su casa -madre, comunidad, civilización-, recorre un terreno salvaje -el bosque-, se enfrenta con lo más siniestro del corazón humano -canibalismo, antropofagia-, y derrota al peor de los enemigos en el vientre del lobo -la muerte-.
Pero además de señalar estos tópicos arquetípicos, Caperucita Roja también simboliza el despertar de la sexualidad. Su vestimenta roja atestigua los inicios de la madurez sexual, y el lobo, antropomorfizado para suavizar los efectos devastadores de este tránsito, es, quizás, un símbolo del sexo salvaje, de la sexualidad en estado primitivo, mientras que el cazador, en cambio, representa el sexo dentro de la civilización, es decir, dentro de un matrimonio funcional a la sociedad; cuyo fin último es procrear, y no la liberación ociosa de los instintos.
Estas interpretaciones psicológicas y antropológicas son rigurosamente ciertas, pero detrás de Caperucita Roja se esconde un motivo acaso más trascendental, y que excede las consideraciones regionales sobre el sexo y la adultez. Si volviésemos a montarnos en aquella imaginaria máquina del tiempo, y retrocediésemos aún más, dejando atrás la Edad Media, veríamos que la historia de Caperucita Roja conserva elementos de la religión nórdica, disimulados pero perfectamente reconocibles para el estudioso -y amante- de lamitología nórdica.
La transición en el vientre de un animal es un motivo clásico. Lo vemos incluso en la historia bíblica de Jonás y la ballena. El vientre es, como hemos dicho, un ámbito de transición, pero doblemente simbólico, ya que todos provenimos de un vientre y hacia allí iremos -la tumba, vientre del mundo-. Ser tragado por un animal es un regreso a la vida intrauterina, vida perfecta e idealizada, pero con un sentido nuevo, alegórico, quizás, por el cual este nuevo vientre nutre un despertar completamente distinto. La vida en el vientre salvaje nos propone un estado latente, por el cual el individuo emergerá cambiado. Ya no será el mismo, así como Caperucita Roja, que emerge del vientre del lobo convertida en mujer.
En la narración norsa de Þrymskviða vemos que el gigante Þrym se roba el martillo de Thor, llamado Mjolnir, por cuyo rescate pide la mano de la diosa Freyja (cuyo nombre se conserva en la palabra viernes Friday, o Freyja's day). Thor, escandalizado, urde una estratagema: se viste con el traje nupcial de Freyja y engaña al gigante. El diálogo entre Thor y Þryms es textualmente idéntico al de Caperucita con el lobo, lo cual arroja una luz difusa sobre la verdadera identidad genital de la muchacha.
Yendo aún más atrás, atravesando las oscuras mareas del tiempo, podríamos decir que elcuento de Caperucita Roja conserva, además, elementos del mito solar. La abuela representa el ocaso, la luz moribunda del crepúsculo devorada por la oscuridad de la noche -el lobo-, y la joven simboliza la luz del alba, que emerge del vientre lobuno como el sol que desgarra los velos de la noche. Mitológicamente hablando, el lobo sería nada menos queSkoll, aquel lobo descomunal de la tradición norsa, cuyo destino es devorar al sol en la batalla del Ragnarok, o bien Fenrir, ese lobo con fauces de hierro que cae en el apocalipsis bajo el martillo implacable de Thor.
Es curioso como la mitología se diluye en la tradición popular, se pierde y renace bajo una nueva concepción. Un lobo gigantesco se torna en licántropo mezquino, el Dios del Martillo, rápido para la cólera y la amistad, se vuelve un cazador furtivo en los bosques de Francia, y el mundo nuevo, regenerado, libre del acoso de demonios y gigantes del hielo, muta en las delicadas y ambiguas formas de una muchacha, que, como la luz rojiza del alba, orna su cabeza con el color del cielo naciente.


¡POBRE BLANCANIEVES!



Blancanieves (Schneewittchen en alemán y Snow White en inglés) es un personaje que no necesita demasiadas introducciones. No obstante, la historia de Blancanieves que todos conocemos acaso nos reserve una o dos sorpresas que valen la pena mencionar. Para ello deberemos viajar al pasado y desde allí desandar el tortuoso camino de Blancanieves hasta sus formas actuales.
Durante mucho tiempo se creyó que el origen de Blancanievesse hallaba en la creación de Giambattista Basile, que el siglo XVI publicó su Pentamerón, El cuento de los cuentos, una antología de historias tradicionales en donde aparece el relato de Lisa, una niña de siete años que, tras un accidente con un peine mágico, entra en un estado inconsciente. Su familia la da por muerta y la entierran en un ataúd de cristal, lugar en donde la joven siguió creciendo hasta adquirir el cuerpo y las facciones de una mujer adulta.

Esta protohistoria de Blancanieves carece por completo de sus ingredientes más conocidos, como el espejo mágico, los siete enanos, la manzana envenenada, la reina malvada y el príncipe. Fue hasta muchos años después cuando se descubrió elverdadero origen de Blancanieves, un origen distinto al de otros cuentos popularesya que éste se basa en un personaje histórico.
En palabras de un entusiasta lector infantil, Blancanieves existió realmente.
Repasemos primero la historia de Blancanieves más conocida, y luego estudiaremos su verdadero origen.
Érase una vez una reina que, cosiendo, se pinchó el dedo y vio su sangre caer en la nieve. Entonces cuando deseó tener una hija con la piel tan blanca como la nieve, los labios rojos como la sangre y el pelo negro como la noche. Su deseó se cumplió en la silueta deBlancanieves. Pero la reina murió tras de dar a luz, y el rey se casó con una bruja maliciosa que tenía un espejo mágico.
La bruja-reina solía preguntarle a su espejo:
-Espejito, espejito, ¿quién es en la mujer más hermosa del reino?
Y el espejo respondía cacofónicamente:
-Tú, mi reina, eres la más hermosa de todas.
Pero cuando Blancanieves creció se volvió demasiado bella como para que el espejo la ignore. De modo que ante la pregunta habitual éste respondió:
-Blancanieves es la más hermosa.
La bruja-reina envió a un sicario para asesinar a Blancanieves en el bosque. Para asegurarse del éxito de la empresa le exigió que le trajera el corazón de la niña. El asesino circunstancial, de hecho, un cazador pobre, se arrepintió, y le llevó a la bruja el corazón de un ciervo, que fue cocinado por el chef real y devorado alegremente por la reina.
En su escape, Blancanieves descubre una casa que pertenecía a siete enanos. Tras algunas negociaciones y regateos, Blancanieves se compromete a cocinar y mantener el lugar en orden a cambio de que le permitan vivir allí. Los enanos acceden y ejecutan prodigiosas acrobacias como muestra de gnómica alegría.
La reina, por su lado, se entera a través del espejo que Blancanieves está viva. Intenta asesinarla tres veces. La primera, mediante una cinta mágica, la segunda, con un peine de extraordinario filo; y por último, mediante una manzana envenenada. La joven cae en un sueño profundo, similar a la muerte. Los enanos, ejecutando las mismas cabriolas pero esta vez como muestra de aflicción, confeccionan un ataúd de cristal para seguir contemplando a Blancanieves aún después de muerta.
Eventualmente, un príncipe llega a la región. Oye la historia de Blancanieves y decide visitar su ataúd. La joven es tan hermosa que el príncipe gestiona con los enanos que éstos le permitan besarla. Al hacerlo, se desprende el pedazo de manzana que se había atorado en la garganta de la muchacha; ésta despierta y accede a un repentino matrimonio. Nunca se nos aclara como un "beso delicado como el rocío" puede liberar una tráquea.
La bruja-reina asiste a la boda en una corte vecina, desconociendo que la novia es, en realidad, Blancanieves, pero el príncipe ya ha preparado un plan bestial. La bruja es calzada con un par de zapatos de hierro calentados al rojo vivo, y se la obliga a bailar hasta caer prolijamente muerta.
Hasta aquí, la versión tradicional de Blancanieves, tal como se la puede leer en cualquier rincón del mundo. Los que se hayan quedado con la versión cinematográfica de Disney sin dudas encontrarán inexplicables discrepancias.
Fue el historiador Karlheinz Bartels quien descubrió el verdadero origen del cuento deBlancanieves. La historia original puede rastrearse hasta las márgenes del río Meno, en Alemania, donde en 1729 nació Maria Sophia Margaretha Catharina von Erthal, laverdadera Blancanieves.
El padre de esta niña fue Philipp Christoph von Erthal, diplomático de Lohr. En 1741, tras la muerte de la madre de Maria Sophia, Philipp se casó Claudia Elisabeth Maria von Venningen, condesa imperial de Reichenstein. La "madrastra de Blancanieves", de carácter violento y autoritario, que aprovechó las ausencias diplomáticas de su marido para favorecer a los hijos de su primer matrimonio. La prueba central de que María Sophia es en realidad Blancanieves es el “Espejo Mágico”, o espejo parlante del cuento. El castillo de Lohr poseía un fastuoso espejo que hoy en día se halla en el museo de Spessart. Éste fue el regalo de bodas de Philipp a su segunda esposa, la bruja-reina del cuento. Su manufactura es tan delicada que el marco del espejo posee propiedades acústicas notables. Se dice si alguien habla cerca de él, por sus aberturas puede oirse un extraño eco que parece responder las preguntas que se le formulan.
Más aún, sobre el marco puede leerse una inscripción que parece reflejar perfectamente la vanidad de la "bruja": Amour Propre, literalmente, "amor propio".
¿Pero dónde se encuentran los siete enanos? -se preguntará el lector ávido de confirmaciones- En las estribaciones del Höhenweg, las Siete Montañas de Spessart, donde hoy en día se hallan los despojos de las minas de Bieber, en las que trabajaba un número considerable de niños envejecidos por la dura labor. El sarcófago de cristal también procede de allí, ya que en aquella región se manufacuraban majestuosos cofres funerarios traslúcidos.
El cronista oficial de la familia Erthal, M.B. Kittel, describe a Maria Sophia como una joven hermosa y llena de virtudes, “un ángel caritativo y bondadoso; activo contra la pobreza y la indigencia”. Toda la región la consideraba una especie de hada sobrenatural, y las crueldades de su madrastra quedaron doblemente expuestas a causa de la ceguera parcial de la muchacha, producto residual de la varicela.
Esta historia fue recogida por los hermanos Grimm, siempre atentos a las tragedias clásicas, y en 1812 la primera historia de Blancanieves y los siete enanitos fue arrojada sobre las imprentas europeas con algunas alteraciones que intentaban disimular elverdadero origen del cuento. El cine hizo el resto, haciendo prácticamente imposible hallar a la ciega María Sophia en el rostro lívido de Blancanieves.



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