El LAZARILLO DE TORMES

Frans Hals

"Era yo muchacho vicioso y regalado, criado en Sevilla sin castigo de padre, la madre viuda -como lo has oído-, cebado a torreznos, molletes y mantequillas y sopas de miel rosada, mirado y adorado, más que hijo de mercader de Toledo o tanto."
Vida del pícaro Guzmán de Alfarache (cap. III) de Mateo Alemán

¡Adiós inocencia!

Murillo
En este tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual, pareciéndole que yo sería para adestralle, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole cómo era hijo de un buen hombre, el cual, por ensalzar la fe, había muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre, y que le rogaba me tratase bien y mirase por mí, pues era huérfano. Él respondió que así lo haría y que me recibía, no por mozo, sino por hijo. Y así le comencé a servir y adestrar a mi nuevo y viejo amo.

Como estuvimos en Salamanca algunos días, pareciéndole a mi amo que no era la ganancia a su contento, determinó irse de allí; y cuando nos hubimos de partir, yo fui a ver a mi madre, y, ambos llorando, me dio su bendición y dijo:

-Hijo, ya sé que no te veré más. Procura de ser bueno, y Dios te guíe. Criado te he y con buen amo te he puesto; válete por ti.
Y así me fui para mi amo, que esperándome estaba.
Salimos de Salamanca, y, llegando a la puente, está a la entrada de ella un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del animal, y, allí puesto, me dijo:
-Lázaro, llega el oído a este toro y oirás gran ruido dentro de él.
Yo simplemente llegué, creyendo ser así. Y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome:
-Necio, aprende, que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo.
Y rió mucho la burla.

Parecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba. Dije entre mí: «Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer».



A cabo de tres semanas que estuve con él, vine a tanta flaqueza, que no me podía tener en las piernas de pura hambre. Vime claramente ir a la sepultura si Dios y mi saber no me remediaran. Para usar de mis mañas no tenía aparejo [1], por no tener en qué dalle salto. Y aunque algo hubiera, no podía cegarle, como hacía al que Dios perdone, si de aquella calabazada feneció. Que todavía, aunque astuto, con faltarle aquel preciado sentido, no me sentía; mas estotro, ninguno hay que tan aguda vista tuviese como él tenía.Cuando al ofertorio [2] estábamos, ninguna blanca[3]en la concha caía que no era de él registrada. El un ojo tenía en la gente y el otro en mis manos. Bailábanle los ojos en el casco como si fueran de azogue [4]. Cuantas blancas ofrecían tenía por cuenta. Y cuando el ofrecer, luego me quitaba la concheta y la ponía sobre el altar.No era yo señor de asirle una blanca todo el tiempo que con él viví, o por mejor decir, morí. De la taberna nunca le traje una blanca de vino; mas aquel poco que de la ofrenda había metido en su arcaz [5] compasaba de tal forma que le turaba[6] toda la semana.Y por ocultar su gran mezquindad, decíame:–Mira, mozo: los sacerdotes han de ser muy templados [7] en su comer y beber, y por esto yo no me desmando como otros.Mas el lacerado[8] mentía falsamente, porque en cofradías y mortuorios[9] que rezamos, a costa ajena comía como lobo y bebía más que un saludador.Y porque dije mortuorios, Dios me perdone, que jamás fue enemigo de la naturaleza humana sino entonces. Y esto era porque comíamos bien y me hartaban. Deseaba y aun rogaba a Dios que cada día matase el suyo. Y cuando dábamos sacramento a los enfermos, especialmente en la Extremaunción, como manda el clérigo rezar a los que están allí, yo cierto no era el postrero de la oración, y con todo mi corazón y buena voluntad rogaba al Señor, no que le echase a la parte que más servido fuese, como se suele decir, mas que le llevase de aqueste mundo. 

[1] para usar de mis mañana no tenía aparejo: para utilizar las habilidades que había aprendido con el ciego (robar algo del dinero que recauda el clérigo) no tenía ocasiones.
[2] ofertorio: parte de la misa durante la cual se pasan unas bandejas o cestas, en este caso, conchas entre los asistentes para que den limosna.
[3] blanca: moneda. Todavía se usa en la expresión “estar sin blanca”.
[4] azogue: mercurio.
[5] arcaz: arca, baúl o caja de madera.
[6] turaba: duraba.
[7] templados: moderados, contenidos, parcos en la comida o la bebida o en algún apetito o pasión.
[8] lacerado: infeliz, desgraciado. || Mezquino, miserable, roñoso.
[9] mortuorios: entierros.

El cinismo, la mentira y la hipocresía son malas cuando son otros quienes adolecen de ellas, pero cuando se trata de su propia persona, pueden ser perfectamente admisibles. 




Se ha escrito mucho sobre la bajeza del oficio de pregonero, dando a entender que no es verdad lo que dice Lázaro. Aunque "es oficio muy vil y bajo" (Diccionario de Autoridades), para Lázaro representaba lo más alto a lo que se podría llegar y, en consecuencia, encontró colmadas sus aspiraciones, sobre todo en el aspecto económico. "Pero, por otro lado, tampoco hay que olvidar que el cargo proporcionaba unos buenos ingresos", afirma Rico, trayendo a colación las Ordenanzas municipales de Toledo de 1562. 
Por lo que se refiere al éxito social, también es señalado por las palabras de Lázaro: "Hame sucedido tan bien, yo lo he usado tan fácilmente, que casi todas las cosas al oficio tocantes pasan por mi mano; tanto, que en toda la ciudad, el que ha de echar vino a vender, o algo, si Lázaro de Tormes no entiende en ello, hacen cuenta de no sacar provecho. 
En este tiempo viendo mi habilidad y buen vivir, teniendo de mi persona el señor arcipreste de Sant Salvador...
Dadas las características del cargo de pregonero, era natural que Lázaro entrase en contacto con la clase media y alta de la sociedad toledana,  y así es como conoció a su benefactor, el arcipreste de San Salvador. 
Con esto queda demostrado que en la vida de Lázaro tiene lugar el éxito, material y social, y que, por tanto, se produce un ascenso. Es fácil conectar tal éxito y ascenso con lo que se anticipa en: "y vean que vive un hombre con tantas fortunas, peligros y adversidades y también porque consideren los qe heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuántos más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando salieron a buen puerto". 

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