JOSÉ LUÍS SAMPEDRO

Dos corazones se besan. 

Sarcófago de los esposos. 
“-Cierto, te comprendo. Yo le enseñaré cómo deseamos al hombre las mujeres –traduce Hortensia.
-¡Eso era! ¿Lo ves? ¡Siempre me aciertas!
Aunque nunca lo digamos, porque quisiéramos ser adivinadas; pero no sois capaces...
Sí, le enseñaré cómo adivinarnos los deseos. Y así será más hombre, mucho más hombre.
-¡Ay, Hortensia, Hortensia! ¿Por qué no tendría yo la suerte de que me enseñaras a mí?
Pero Hortensia se recuerda muy bien a sí misma cuando era joven.
-Entonces yo tampoco sabía... No nos quejemos, Bruno. Si nos hubiésemos encontrado antes no hubiéramos estado maduros el uno para el otro... ¿Te parece poco lo que tenemos?
Pues casi nadie lo consigue en esta vida. Ni a nuestros años ni en la juventud...
Casi nadie.
Si acaso le parecía poco, esas palabras dichas con tanta verdad -«el uno para el otro»-le saben a plenitud, porque también las entiende como «el uno al lado del otro»: no enfrente de la mujer, como él se situó siempre, sino a su lado... «¡La pareja etrusca!» …”


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