JOHN MILTON
El Paraíso Perdido (Paradise Lost) es uno de los más notables poemas épicos de la literatura inglesa, y la obra cumbre de John Milton (1608-1674).
El poema comienza en el infierno, sede de los demonios, los cuales yacen abatidos por la derrota ante las huestes angélicas. Satán, el héroe insurgente, se alza como una voz atronadora en el paisaje sombrío, arremetiendo y estimulando a sus hermanos en la rebelión. Mediante una retórica llena de astucia, Satán logra levantar la cabeza de los derrotados. Ante la imposibilidad de un enfrentamiento directo con Dios y sus agentes, el príncipe del inframundo decide urdir su venganza golpeando las joyas del cielo: Adán y Eva.
Así Satán llega al Paraíso. Dios lo observa. Jesús; que todavía es una idea sin destino, también posa sus ojos sobre él. En aquel paisaje de delicias, Satán aprende la lengua de Adán y consigue averiguar la prohibición que pesa sobre el árbol del bien y del mal.
John Milton imagina un demonio asombrado por las formas del mundo, y especialmente por la delicada belleza de Adán y Eva. El cielo no permanece inactivo. El arcángel Rafael llega al Paraíso para advertir a la pareja humana del arribo de Satán. Aquí la historia del ángel caído es narrada extensamente.
En este punto, El Paraíso Perdido se torna genial, pasa de ser una epopeya poética, para trascender los límites de lo majestuoso: Satán encuentra a Eva, sola, y la seduce, la invita a saborear la prohibición con estas palabras:
¿Qué nos prohíbe conocer? ¿Nos prohíbe el bien, nos prohíbe ser sabios? ¿Ha muerto, por ventura, la serpiente? Ha comido, y vive, conoce, habla, razona, discierne, cuando hasta aquí era irracional. ¿No habrá sido inventada la muerte más que para nosotros? ¿O será que el alimento intelectual que se nos niega esté reservado a las bestias? ¿Qué es, pues, lo que temo? ¿Acaso sé lo que debo hacer en la ignorancia en que me encuentro del bien y del mal, de Dios o de la muerte, de la ley o del castigo? Aquí crece el remedio de todo; ese fruto divino, de aspecto agradable, que halaga el apetito, y cuya virtud comunica la sabiduría. ¿Quién me impide que lo tome y alimente a la vez el cuerpo y el alma?
El Paraíso Perdido, con sus más de diez mil versos blancos, no sólo fue un poema épicoque desafió las leyes de la métrica establecida, sino que recuperó para Inglaterra una forma de hacer poesía; arrancando del pasado el estilo olvidado de la poesía heróica. En la época de John Milton, se veía como un defecto la falta de rimas; pero los que conocen la música de los héroes (desde el sitio de Ilión hasta la pira de Beowulf) difícilmente coincidan con esto.
" La potestad suprema le arrojó de cabeza, envuelto en llamas, desde la bóveda etérea, repugnante y ardiendo, cayó en el abismo sin fondo de la perdición, para permanecer allí cargado de cadenas de diamante, en el fuego que castiga; él, que había osado desafiar las armas del todopoderoso, permaneció tendido y revolcándose en el abismo ardiente, juntamente con su banda infernal, nueve veces el espacio de tiempo que miden el día y la noche entre los mortales, conservando, empero, su inmortalidad. Su sentencia, sin embargo, le tenía reservado mayor despecho, porque el doble pensamiento de la felicidad perdida y de un dolor perpetuo le atormentaba sin tregua. Pasea en torno suyo sus ojos funestos, en que se pintan la consternación y un inmenso dolor, juntamente con su arraigado orgullo y su odio inquebrantable. De una sola ojeada y atravesando con su mirada un espacio tan lejano como es dado a la penetración de los ángeles, vio aquel lugar triste, devastado y sombrío; aquel antro horrible y cercado, que ardía por todos lados como un gran horno. Aquellas llamas no despedían luz alguna; pero las tinieblas visibles servían tan sólo para descubrir cuadros de horror, regiones de pesares, oscuridad dolorosa, en donde la paz y el reposo no pueden habitar jamás, en donde no penetra ni aun la esperanza. "
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