EL PODER DE LA MIRADA
Peggy Nille
Quería pensar en voz alta, acerca de aquello que marca en cada uno de nosotros, tal vez nuestro modo de sentirnos y de aceptarnos. Me refiero a la capacidad del otro de mirarnos, y de imprimir en nuestra alma y en el propio concepto de nosotros mismos, pedazos de nuestra historia, retazos de encuentros, pinceladas de aquel que nos mira y nos remarca.
Si alguna vez fuéramos realmente conscientes de que cómo se mira al mundo, a los demás, las situaciones, los hechos, las palabras, las vivencias, es el modo en que nuestra actitud con respecto a nosotros mismos y los demás, conducirá a nuestro tejer vínculos o deshacerlos.
Cada uno, queramos o no, decidimos qué mirar y cómo hacerlo, y desde esta elección construiremos "realidades" que permitirán seguir viviendo para hacer un mundo mejor, o justificar emociones violentas, poca tolerancia a la frustración, conductas narcisistas, por el simplemente hecho de ver lo que queremos ver -sin cambiar nada- y sólo viendo una parte de lo que el mundo me presenta.
¿Cómo miro yo a mis personas más allegadas? ¿Cómo miro a mis hijos, a mis padres, a mis amigos, a mi pareja o qué parte es la que decido mirar y cuál otra la niego o la relego a un lado para no comprometerme en una relación de tipo más profunda y vital para todos?
No creo que la solución del mundo actual sea solamente el rechazo o la crítica a lo que sucede, o violencia y destrucción, creo firmemente que el compromiso parte desde el momento que decido ser una persona más que creará y crecerá junto a otros, en un mundo que tiene posibilidades, fuerza y energía para seguir adelante, de otra forma, con otros pareceres o costumbres, pero que nos toca ver el horizonte y caminar hacia él.
¿Qué decido mirar, qué decido mirarme? ¿Qué me ayuda a seguir empantanado, lleno de rabia, de mal humor, agriándome y agriando a lo que me rodea? ¿Qué me ayuda mirar o mirarme para levantarme cada día y recuperar la claridad de dar gracias a la vida y a las personas que me acompañan en este camino?
Todos tenemos una función, y todos necesitamos del otro dentro de estas funciones. Las cosas hermosas no existen, las creamos, las cosas mágicas no vienen, las atraemos, la realidad no existe, la fabricamos, lo que miro en el otro es lo que le puedo dar de mí mismo para que se reconstruya y confíe un poco más en él, en el mundo y en lo que le rodea.
Lo que he aprendido, como madre y como profesional de la educación, a lo largo de los años, es el poder ver cómo cuando cambia la mirada hacia el niño, hacia el joven, hacia la pareja, cuando esta mirada se vuelve amable en su parecer, bondadosa, en su acercamiento hacia el otro, este niño, este joven, estas personas, empiezan a desarrollarse de otro modo, a tener un sitio en el mundo y dentro de sí mismos, a ser ellos, sin la piel de asno que les recubría por diversos motivos donde se escondieron.
¿Nos es tan difícil mirar lo bueno de otro, lo que le hace brillar, lo que le hace sentirse bien, buscar aquella cosa que a veces entre tanta negrura se esconde dentro del alma?
Una tarea que todos podríamos desarrollar es hacer una lista de las cosas buenas que me ha dado mi convivencia o mi estar con mi hijo, con las personas de mi familia, de mis amigos, de mi equipo, de mis niños, jóvenes y sus papás, de mi profesión y vocación, de todas esas hadas madrinas a mi alrededor que aligeran mi vida y me ayudan a seguir soñando que puedo volar. Hagamos esa lista de cada uno, se las entreguemos o no a ellos, es un modo de marcar dentro nuestro su paso interior y de recuperar nuestra mirada en ellos y sobre nosotros mismos.