ECONOMÍA EN LA EDAD MEDIA

Desde un primer momento la literatura española se despliega a grandes rasgos en un ambiente económico de base agropecuaria, a través de estructuras sociales de signo estamental bien características. Hay entre uno y otro ámbito como una especie de coherencia que puede servir de mutua explicación. Dividida la sociedad en tres grandes sectores –oratores, bellatores y laboratores– las tareas productivas de bienes, en principio se adscriben al tercer sector, el de los laboratores –con los labradores a la cabeza–, mientras que los estratos sociales superiores se dedican a la defensa armada de los demás o al mantenimiento de los valores espirituales y religiosos, en principio sin posibilidad de alterar este orden establecido. Y todo ello en conformidad con lo que en la vida cotidiana –en clara correspondencia con la ficción literaria– cabría documentar.
Y es que, ante los grandes temas épicos o de la vida religiosa, el trabajador del campo no ofrece tanto atractivo literario, como no sea a la hora de destacar su condición menesterosa o los abusos a los que se ve sometido por parte de los estamentos superiores, según veremos más adelante. 
A pesar de lo cual hay páginas de la literatura medieval que conviene recordar aquí sobre puntos concretos de las actividades que desarrollan campesinos y pastores. Pero dejemos esta breve introducción para continuar en el tema que nos ocupa. 
En el caso de Berceo y de algunos otros autores del mester de clerecía encontramos a los campesinos, no sólo en plena actividad cultivadora o recolectora, sino en algo tan repetitivo como son las disputas por la posesión de la tierra, a la manera de lo que sucede en Los milagros de Nuestra Señora, con la alteración del trazado de los mojones por quienes tratan de agrandar sus heredades en detrimento del vecino.
En cualquier caso el ambiente predominante en los Milagros4 es el agrario, hasta llegar incluso a impregnar toda una manera de expresarse, como cuando a la Virgen se le llama “madre del pan de trigo” mediante una metáfora eucarística de raigambre folclórica. Y ese ambiente se percibe en pequeños detalles que van más allá de las fuentes latinas en las que se inspiró Berceo; sirvan de ejemplo los azadones utilizados por unos ladrones –un clérigo y un seglar– al romper las cerraduras y dejar “desquiçiadas” las puertas cuando intentaban robar una pobre iglesia; o la mención a la bodega a la hora de relatar la borrachera de un clérigo poco ejemplar. Incluso en la introducción a los Milagros se describe un cuadro idílico de “flores bien olorosas” con abundancia de arboledas, frutales –milgranos, higueras, perales y manzanos– y verdes praderas, a la manera de un “locus amoenus”.
Pero todo ello no significa que estemos situados ante algo semejante a una “economía cerrada”, o sin apenas intercambios comerciales. Buena prueba de ello la encontramos en el milagro del “burgués” que ha despilfarrado a diestro y siniestro hasta 
alcanzar el mayor de los empobrecimientos, pero que luego, tras mediar ayuda divina, emprende una próspera carrera mercantil de ámbito internacional.
Y es que nuestro insigne monje versificador, a pesar de las apariencias y de lo que se ha venido diciendo durante mucho tiempo, no era un campesino de escasa formación cultural –por más que él mismo así se presente mediante el tópico literario de la falsa modestia, analizada en su día por Curtius– sino que manifiesta una singular y selecta formación, según las interpretaciones más recientes.
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ECONOMÍA Y HACIENDA A TRAVÉS DE LA LITERATURA ESPAÑOLA: DE BERCEO A CERVANTES. 
MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR 
PRESENTADA POR 
José Luis Bermejo Cabrero 

Brueghel "el Viejo", Jan; Momper II, Joos de
La vida en el campo 

Amplia vista del campo flamenco, poblada de diversas escenas de campesinos realizando las faenas propias de su actividad. 
La colaboración de Jan Brueghel, “el Viejo”, a quien se atribuyen las figuras, y Joost de Momper, que realizó el paisaje, tiene en este cuadro uno de sus mejores ejemplos. La escena se forma con la acumulación de varios planos que se suceden hacia el fondo en perspectiva. Los enormes árboles del centro, que parten la composición en dos, son el contrapunto vertical a la perspectiva horizontal que se proyecta en la lejanía. Para la elaboración de sus grupos de figuras, Brueghel se basó en diversas escenas labriegas que popularizara su padre Pieter Brueghel “el Viejo” (h. 1525/30 - 1569), especialmente aquellas que ilustraban las actividades del campo según los meses del año. 
El cuadro fue atribuido sucesivamente a Brueghel y a Momper, considerándose en la actualidad obra conjunta.


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