CALENDARIO MEDIEVAL

El calendario romano se representaba, fundamentalmente, a partir del zodíaco y de las figuraciones de las estaciones. Cuando incluía la presencia de los meses del año, estos se mostraban a partir de la efigie del dios titular de cada mes, acompañado por el signo zodiacal correspondiente, y con preferencia por las imágenes frontales, estáticas y en actitudes pasivas, opuestas a las que después proliferarán desde el siglo IX, con personajes de perfil y siempre en plena faena. Su posible influencia, por tanto, debió ser más ideológica que plástica. 
Tampoco los ejemplos gestados por la tradición greco-bizantina, a pesar de compartir raíces culturales comunes, parecen haber tenido demasiado que ver. En Oriente dominan más las escenas bélicas y de cacerías, siendo más reducida la inclusión de temas propiamente agrícolas. No será hasta el Duecento cuando se pueda sentir la penetración de un influjo claro de esta corriente en los calendarios occidentales, como testimonian el Marzo Guerrero y el Abril Crióforo en San Marcos de Venecia. No obstante, aunque no fueran procedentes de calendarios, lo cierto es que el artista medieval no recreó los distintos iconogramas ex novo, sino que se sirvió de un amplio abanico de diseños del repertorio clásico para ilustrar sus almanaques, como prueban el Jano bifronte o el espinario, por citar solo dos ejemplos paradigmáticos. 
Una vez conformado el esquema básico, según el cual cada mes del año se corresponde con una labor específica del día a día campesino, lo cierto es que los calendarios medievales no conforman un tipo unitario ni estable (en el sentido estricto de la imagen codificada, no sujeta a variación a lo largo del espacio y del tiempo). La razón fundamental es la naturaleza misma del origen de la representación. Geografía y climatología condicionan el régimen de cultivos a lo largo de los distintos territorios del occidente europeo. Sirva como ejemplo el tema de la matanza del cerdo, que centra la mayor parte de las representaciones de noviembre (San Isidoro de León, Ripoll, Parma, Verona…); sin embargo, lo propio queda desplazado a diciembre en otros como Amiens, Autun o en el transepto norte de Chartres. La nómina de variantes es amplísima, pero no deben ser entendidas en ningún caso como excepciones, sino como particularidades o peculiaridades regionales que, a su vez, se convierten en herramienta de conocimiento de las diversas técnicas agrícolas, las costumbres, el folklore y la cultura de las distintas sociedades campesinas del occidente europeo medieval. Desde la segunda mitad del siglo XIV y en el XV (Breviario de Belleville de Jean Pucelle, 1323-1326, París, BnF. lat. 10483; Ricas Horas del Duque de Berry, Chantilly, Musée Condé, nº 1284), los calendarios se enriquecerán con escenas más amplias, pobladas de personajes, en las que, junto al trabajo del campo, se incluirá una exaltación de la refinada vida nobiliar y caballeresca de fines del Gótico. 
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Las labores de los meses en el Románico 
Marta Poza Yagüe

Manuscrito iluminado alrededor del año 1500 por el artista Jean Poyer, Libro de Horas de Enrique VIII recibe su nombre de la posible, pero no probada tradición del siglo XVIII que mantiene que el rey Enrique de Inglaterra que fue propietario este espléndido manuscrito. Mes de Noviembre. Morgan Library


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