VAN GOGH
Van Gogh
La interpretación más cliché de los Girasoles versa sobre el hecho de que, una vez cortados, los girasoles se marchitan rápidamente. Por ello, al ver la pintura de Vincent, generalmente se piensa que la pintura simboliza “lo efímero de la vida” o algo así. Aunque ésta es una interpretación perfectamente válida, veremos que hay mucho más.
La pintura tiene una dimensión simbólica mas profunda. Cuando escuchamos la palabra “girasol”, inmediatamente la asociamos con el sol. Éste representa, en casi todas las culturas, a un dios o, por lo menos, a una manifestación de lo divino. Los paganos divinizaban al sol como aquel que da vida, haciendo crecer los cultivos. Cuando el cristianismo reemplazó a las culturas paganas, usualmente se servía de fusionar representaciones de estas culturas con las suyas, con el objetivo de hacer más accesible el cristianismo a los no creyentes. Por eso, entre las primeras pinturas cristianas, siempre se representaba a los santos y figuras sagradas de la religión con un halo alrededor de su cabeza. Este halo no era más que un símbolo del sol que, como dijimos, hacía referencia a lo absoluto. En la biblia, en el libro de Juan, capitulo 8, versículo 12, Jesús mismo dice: “Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida”. Por ello, no es de sorprender que la luz y el sol hayan tenido, para Vincent, un significado profundo: representaban al Dios al cual buscó agradar durante toda su vida, ya sea en su intento de convertirse en pastor o en llevar su Palabra a una comunidad de mineros en Bélgica. Así, su incansable búsqueda del sol y de una luz pura (motivo por el cual se mudó a Arlés) era, también, una metáfora de la búsqueda de Dios.
Pero hay que ir más allá. Al motivo en sí: a los girasoles. Los religiosos holandeses acostumbraban a tener libros y laminas con dibujos que hacían referencia a distintos pasajes de la biblia. Por ello, todo aquel comprometido con la Iglesia conocía la simbología del girasol. Ya que éste, a medida que avanza el día, ubica su flor en dirección al sol con el objetivo de absorber mejor sus rayos; representaba simbólicamente el ideal de la vida cristiana: el hombre constantemente mirando a Dios. No olvidemos que el padre de Vincent era ministro de la iglesia y, por lo tanto, no hay duda de que el artista conocía lo que simbolizaba esta flor.
En muchas de las obras del artista, el color amarillo tiene una importancia fundamental. Si miramos sus trigales, la habitación de Arles y, obviamente, sus girasoles; además de su preferencia por “la casa amarilla”, nos daremos cuenta de que Vincent tenía una obsesión particular por este color. Pero, ¿por qué? Hay una explicación de tinte psicológico. Si miramos la significación del amarillo dentro de la Psicología de los colores de Max Lüscher, allí veremos que el color representa “…la claridad que refleja la luz y, de ese modo, irradia a todos lados una reluciente serenidad. El amarillo se corresponde con la libre distensión, con la disolución. Es un alivio de lo fatigoso, de lo agobiante y de lo inhibidor”. ¿Serenidad? ¿Distensión? ¿Alivio de lo agobiante? Habiendo leído los posts anteriores, sabemos que la personalidad de Vincent tenía características muy diferentes a éstas. Mas bien, casi contrarias. Como dijimos, el artista era un ser tímido, introvertido, turbado y sufriente. Por ello, la preferencia de Vincent por el amarillo actúa como intento de compensación a incorporar lo que le falta. Es decir, que el artista no gozaba ni de serenidad, ni de alivio ni de tranquilidad: por eso los pintaba. Otra prueba de esto es que, luego de Arlés, el artista, un poco más loco y con una oreja menos, fue admitido en el hospital psiquiátrico Saint Paul, en la localidad de Saint-Rémy-de-Provence. Allí, en los periodos de lucidez que tenía entre sus brotes, pintó muchas de sus obras más importantes. Sin embargo, durante uno de estos ataques, Vincent comenzó a comer pintura amarilla de uno de sus pomos de oleo, lo que le costó una intoxicación y una incautación de sus pinturas como castigo. Así, la incorporación del amarillo, en lugar de ser simbólica, fue real.
Por último, la firma de la obra también es interesante. Vincent no firmaba muchas de sus pinturas, sino solo aquellas que “tenían alma”. Pero generalmente, lo hacía en un extremo del lienzo. En Girasoles de 1888, el artista firma directamente en el florero, a la vista de todos, mostrando así su orgullo, y como diciéndonos una última cosa: Girasoles no es una naturaleza muerta, es un autorretrato.