CÉFALO Y PROCRIS


A_Turchi

Céfalo, hijo de Deyoneo, se casó con Procris, una hija de Erecteo, y ambos se juraron eterna fidelidad.
Eos, la diosa de la aurora, estaba condenada a enamorarse consecutivamente de mortales por decisión de Afrodita. Y un día se encaprichó de Céfalo. Le secuestró e intentó hacerlo su amante, pero Céfalo la rechazó recordando los votos de fidelidad hacia su esposa. Entonces Eos trató de convencerle de que Procris faltaría a su promesa a cambio de riquezas, lo que Céfalo negó indignado.
A Céfalo le gustaba retirarse cerca de una fuente sagrada sobre el fresco césped. Así pasaba las horas Céfalo, apartándose de sus criados y de sus perros. En aquella arboleda el joven se sentaba a menudo sobre el suelo, y solía cantar:  “Ven, mudable brisa, para que refresques mis ardores, tú, a quien he de recibir en mi regazo”.
Alguien, servicial en mala hora, transmitió con memoriosa boca a los tímidos oídos de la esposa las palabras que había escuchado. Procris, cuando oyó el nombre de Brisa, como si se tratara de una rival, desmayóse y quedó enmudecida por el súbito dolor.
Enloquecida de celos, Procris salió al bosque en busca de su marido, con paso sigiloso y ocultándose, para encontrarle con su amante.
"¿Cuál era, Procris, tu pensamiento, cuando así te ocultabas, delirante? ¿Qué ardor había en tu desconcertado corazón? Pensabas sin duda que estaba a punto de llegar aquella Brisa, quienquiera que fuese, y que tus ojos habrían de contemplar el delito. Unas veces te arrepientes de haber venido (pues no querrías sorprenderlos), otras veces te alegras de ello: el amor dudoso turba tu corazón. Lo que le mueve a dar crédito es el lugar y el nombre y el delator, y el que la mente siempre piensa que existe aquello que teme."
Ya el día en su mitad, ha reducido las sombras; Céfalo se dispone a marchar y la infeliz esposa comprueba la confusión sobre el nombre de la Brisa soñada. Volvió la cordura y el color natural a su rostro.
Se levanta la esposa para ir a abrazar a su marido y con el movimiento de su cuerpo menea las ramas que encuentra al paso; él, creyendo que ha visto una fiera, con juvenil impulso coge el arco; en su mano derecha toma la jabalina y la lanza sobre Procris .
"¿Qué haces, desventurado?, ¡no es una fiera, detén la jabalina! ¡Desdichado creyéndola un jabali tu venablo ha traspasado a la joven. !"
“¡Ay de mí!” grita ella “has traspasado un pecho amigo. Este lugar siempre tiene heridas hechas, por Céfalo Muero antes de mi día, pero sin que me haya deshonrado rival ninguna. Esto hará, tierra, que seas leve para mí cuando me entierren. Ya mi espíritu sale a las brisas de cuyo nombre sospeché. Desfallezco, “¡ay!; cierra mis ojos con tu mano querida”.
Él abraza contra su pecho entristecido el cuerpo moribundo de su amada y lava con sus lágrimas las crueles heridas. Sale el espíritu y al escaparse paulatinamente del pecho temerario, lo va recogiendo la boca del infeliz marido.
"Seas quien seas,que la ofuscación no te lleve muy lejos, ni llegues a perder el seso oyendo el nombre de una rival. No creas con ligereza." (Ovidio: Ars amandi)


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