PIGMALIÓN
Ernest Normand
En la mitología griega Pigmalión fue un rey de Chipre que se enamoró de una estatua de marfil que representaba una mujer. A veces se decía que la había esculpido él mismo. A impulsos de su pasión, pidió a Afrodita, en ocasión de una fiesta de la diosa, que le concediese una esposa que se pareciera a la estatua. Cuando volvió a su hogar, vio que ésta estaba viva. Se casó con ella y tuvo una hija, llamada Pafo. (DICCIONARIO DE MITOLOGÍA, Pierre Grimal)
Ovidio en el Libro X de las Metamorfosis reproduce el mito de Pigmalión conviertiéndole en un escultor enamorado de su obra.
“Mientras está suspendido y en duda se alegra y engañarse teme,
de nuevo su amante y de nuevo con la mano, sus votos vuelve a tocar;
un cuerpo era: laten tentadas con el pulgar las venas”.
En 1916 George Bernard Shaw publica la obra de teatro Pigmalión, basada en el relato de Ovidio. La obra comienza con un profesor de fonética, Henry Higgins, que transcribe en un bloc de notas la dicción de las personas que se resguardan de la lluvia junto a él en la salida del Covent Garden de Londres.
Se acerca entonces una florista, Eliza Doolite, cuya lengua es muy vulgar. Ella lo mira extrañada y le pregunta por sus anotaciones fonéticas y él le explica en qué consiste su trabajo.
Más tarde, durante una conversación con su amigo, el coronel Pikering, Higgins afirma que si lo deseara podría convertir a la vulgar florista en una dama el sólo seis meses y hace una puesta con él . Casualmente Eliza aparece en ese momento en su casa con la intención de tomar clases de diccción. Higgins decide instruirla y, tras unos comienzos difíciles, logra convertirla en una dama sofisticada que asombra a todos. Poco a poco, ha ido “esculpiendo” sus modales, su lenguaje . Eliza se ha convertido en la “obra” de Higgins, del mismo modo que Galatea lo fue de Pigmalión.
Pigmalión
Desprecié a la mujer, fui intolerante
De su actitud ingrata y presumida,
Y decidí vivir olo mi vida
sin compartir su espíritu ignorante.
De mi cincel surgió, bella y radiante,
Una doncella en el marfil dormida,
Despertando en el alma estremecida
La fiebre y los deseos del amante.
Mis manos la crearon tan hermosa
que en mi mente no fue ya una escultura,
Sino obsesión intensa y luminosa.
Ante los dioses traje mi amargura,
Rogando me la dieran por esposa,
Y al punto cobró vida su figura.
Francisco Álvarez Hidalgo