IO
La imagen más antigua del mito nos la encontramos en un ánfora hallada en Italia y cuya datación es del siglo VI a. de C. En esta pieza de cerámica está representada Io, ya transformada en ternera, custodiada por el pastor Argos a la derecha y ante la presencia de Hermes que se acerca por la izquierda para liberarla (figura 1).
Figura 1.
Autor: Anónimo. 540/30 a. de C. Ánfora. Figuras en negro de Hermes, Io (vaca) y Argos. Staatliche Antikensammlungen. Munich. Alemania.
Tras la desaparición del mundo clásico de Grecia y Roma, y la implantación del cristianismo como religión oficial en casito toda Europa, no se realizarán más reproducciones artísticas del mito de Io hasta el Renacimiento italiano.
El renacimiento del mito Io
La revolución artística que se produjo en el Renacimiento, junto con las nuevas corrientes de pensamiento, traerían una nueva concepción del hombre y de la relación de éste con su entorno. El regreso a los ideales de la cultura clásica, desarrollados en Grecia y Roma, darán pie a una nueva forma de entender una sociedad en la que el hombre ocupará un lugar privilegiado. Sobre él gravitarán todos los aspectos sociales, políticos y religiosos que integrarán los pilares de esta nueva mentalidad. En este sentido, el arte se pondrá al servicio de esta nueva corriente, y el cuerpo humano será la base a partir de la cual los artistas desarrollarán su oficio. En los espacios públicos aflorarán esculturas, en iglesias y catedrales imágenes de santos y beatos, y en ámbitos más privados, al amparo de la nobleza y de una alta burguesía cada vez más influyente, y que ejercerá un importante mecenazgo durante esta época, se colgarán pinturas de una temática que comprenderá desde los episodios religiosos más conmovedores, objeto de un culto privado e íntimo, hasta escenas de tema profano con un trasfondo moralizante o propagandístico.
Este progresivo interés por el cuerpo humano se traducirá en una mayor curiosidad en aspectos como la anatomía, la proporción y la forma, originándose una creciente representación de las figuras desnudas. Por este motivo, se producirá un graduado interés en la mitología y la literatura clásica. Dioses, héroes de la épica y otros personajes de la tragedia griega y romana serán oportunamente utilizados, bien como modelos de valores e ideales a imitar, bien como seres degenerados dominados por el vicio y la corrupción.
No obstante, estas representaciones mitológicas no siempre tendrán un fin moralizante. Los asuntos mitológicos también serán una buena excusa para la exposición de un tema erótico gracias al desnudo femenino. A través de estos amores ilícitos, y en ocasiones depravados entre dioses y mortales, se buscará la reproducción de un mundo idealizado que permitirá al espectador dar rienda suelta a su imaginación y trasladar esas insinuaciones a su vida privada.
Esta temática erótica con trasfondo mitológico será la que permitirá alcanzar cierta reputación a Sandro Botticelli en la Florencia de los Medicis. Al amparo de su fama como pintor de historias profanas, los más ilustres habitantes de la ciudad acudirán a su taller a encargarle cuadros de estas características. En otras zonas de Italia, como la República de Venecia, estos asuntos mitológicos alcanzarán una gran difusión y notoriedad. Baste recordar a Tiziano como el más destacado a la hora de interpretar estos temas mitológicos en sus lienzos. Además ejercerá una influencia decisiva en otros pintores barrocos como Rubens o Velázquez.
El último de los pintores a destacar en el tratamiento de estos relatos es Antonio Allegri conocido como Correggio por localidad de procedencia. Correggio sería el primero en pintar el rapto de Io por Júpiteren el cuadro del mismo nombre (figura 2). El cuadro, junto con “Leda y el Cisne”, “El rapto de Ganímedes” y “Danae” formaba parte de una serie titulada los “Amores de Júpiter” y fue encargada por el Duque de Mantua para obsequiar al emperador Carlos V en su estancia en dicha ciudad en 1532. Basado en el libro I de las Metamorfosis de Ovidio, Io, hija de Inaco, es raptada por Júpiter transformado en nube con el objeto de poseerla carnalmente. Correggio nos muestra una imagen difuminada de Júpiter atenazando a una gozosa Io, que no parece rehuir los encantos que le profesa el más poderoso de los dioses del Olimpo. La sensualidad inunda toda la escena; en ella se funden un Júpiter, con apariencia fantasmal, y una deleitosa Io que corresponde a su insaciable amante con la misma intensidad que éste le profesa.
Figura 2.
Pintor: Antonio Allegri “Correggio”. 1489-1534. Escuela Italiana. Título: “Io y Júpiter”. 1530. Museo Kunsthistorisches, Viena. Dimensiones: 163 X 70 cm. Óleo sobre lienzo.
El último de los pintores a destacar en el tratamiento de estos relatos es Antonio Allegri conocido como Correggio por localidad de procedencia. Correggio sería el primero en pintar el rapto de Io por Júpiteren el cuadro del mismo nombre (figura 2). El cuadro, junto con “Leda y el Cisne”, “El rapto de Ganímedes” y “Danae” formaba parte de una serie titulada los “Amores de Júpiter” y fue encargada por el Duque de Mantua para obsequiar al emperador Carlos V en su estancia en dicha ciudad en 1532. Basado en el libro I de las Metamorfosis de Ovidio, Io, hija de Inaco, es raptada por Júpiter transformado en nube con el objeto de poseerla carnalmente. Correggio nos muestra una imagen difuminada de Júpiter atenazando a una gozosa Io, que no parece rehuir los encantos que le profesa el más poderoso de los dioses del Olimpo. La sensualidad inunda toda la escena; en ella se funden un Júpiter, con apariencia fantasmal, y una deleitosa Io que corresponde a su insaciable amante con la misma intensidad que éste le profesa.
Giovanni Ambrogio Figino |
Se trata de un óleo del pintor renacentista italiano Giovanni Ambrosio Figino (1550-1595) que lleva por título: Zeus y Hera. El Renacimiento fue una época de gran abolengo artístico cuyo nombre se debe al renacer del gusto por la cultura y el arte clásico grecolatino. Así, no es de extrañar que se vuelvan a representar, tanto en pintura como en escultura, obras de temática mitológica. Además el “estilo gigante” en la representación de cuerpos fornidos y músculos estereotipados o el claroscuro de cabello y túnicas así como la tez blanquecina y rosada (destacada en la diosa Hera) nos acercan al concepto estético y de belleza de la época.
La pintura tiene como tema principal el mito de Zeus e Ío. Ésta era una ninfa hija del río Inaco que se hizo sacerdotisa de la todopoderosa Hera. Ésta, la esposa de Zeus, tenía motivos de sobra para protestar por la conducta promiscua de su esposo. Era imperdonable que Zeus se enamorara de la bella Ío e intentara persuadirla para yacer con ella en los bosques secretos de Lerna (Argos). El rey del Olimpo se había insinuado a Ío más de una vez en sueños y ésta, aturdida y contrariada, no sabía qué hacer. Un día en que Ío se encontraba en los bosques de Lerna, pues había sido confinada allí por culpa de un oráculo (hecho que revela la importancia e influencia de estos en la Grecia antigua como desvela el mito de Dánae recluida por su padre en un torreón para no morir a manos de su nieto), Zeus se le apareció, e intentó persuadirla para yacer juntos. La pobre Ío quedó horrorizada ante la idea y huyó rauda. Pero Zeus desplegó un abanico de nubes tormentosas que hicieron que todo se tornara oscuridad enseguida de modo que Ío quedó desorientada. Cuando finalmente Ío se detuvo sin saber a dónde ir Zeus la atrapó y le arrebató la virginidad por la fuerza.
Entonces, Hera se asomó desde el Olimpo y observó sorprendida la zona de Argos que había quedado en tinieblas ya que el resto de la ciudad brillaba el sol. Tenía que tratarse de una artimaña de su marido y se apresuró a descender a la tierra ordenando, como diosa poderosa e influyente que era, a Apolo (el dios sol) que disipara las nubes. Al llegar a los bosques, se encontró a su esposo Zeus junto a una novilla blanca que pacía tranquilamente. Los ojos del animal parecían casi humanos, y la diosa empezó a preguntarse si no sería aquélla la amante transformada en novilla por aquél. <> le pidió Hera, y el todopoderoso dios no pudo sino regalársela para no levantar sospecha.
Hera estaba convencida de que la novilla era su sacerdotisa ausente. Pensó también que seguramente Zeus quisiera arrebatársela, de manera que dejó a la ternera al cuidado de Argo para que la vigilara día y noche. Éste era un ser sobre cuyo origen existen muchas teorías, entre ellas, que fue engendrado por la tierra misma. Tenía cien ojos que permanecían siempre alerta, pues cuando cincuenta de ellos descansaban los otros cincuenta permanecían al acecho y viceversa. Entonces Zeus, compungido y amedrentado por la culpa de ver a su amada sufrir, decidió mandar a Hermes, el embaucador, para que, con la dulce música de su aula, adormeciera los cien ojos de Argo con el propósito de matarlo y así liberar a la desventurada Ío, que impotente dibujaba en la tierra su nombre con sus pezuñas, incapaz de poder hablar con su padre. Dicho y hecho, una vez se hubo enterado Hera de la fechoría urdida por su marido, tras coronar las plumas de su ave (pavo real) con los ojos de Argo, la tomó con la desdichada (consciente de no poder rebatir la autoridad de su poderoso marido) y envió un tábano que empezó a picar a Ío. La pobre sacerdotisa echó a correr senda a través, agobiada por el pérfido parásito, hasta llegar a Egipto. Al pasar Ío por el estrecho que separa Europa de Asia, éste quedó bautizado como el estrecho del Bósforo ("el paso de la vaca"). Una vez en Egipto, Zeus le devolvió la forma humana y allí engendraron a Épafo, quien reinaría en Egipto y fundaría la ciudad de Menfis. La hija de éste dio a luz dos hijos de Posidón, Agenor y Belo, éste a su vez tiene a Dánao y Egipto como hijos. Las cincuenta hijas del primero, llamadas Danaides, y los cincuenta vástagos del segundo contrajeron matrimonio, pero las hijas de Dánao siguiendo las órdenes de su padre mataron a sus maridos. Sólo Hipermestra se resistió a obedecerle y tuvo como hijo de Liceo a Abante. Éste a su vez a Acrisio y éste a su vez a Dánae. Ésta tuvo al héroe Perseo con Zeus, del mismo modo éste a Alceo y Electrión. El hijo de Alceo será Anfitrión, en cuya figura se transmutará Zeus para tener con Alcmena a Heracles.
Los personajes mitológicos representados en el cuadro son Zeus y Hera, dejando aparte la novilla blanca que por el mito sabemos que se trata de Ío transformada por Zeus para no ser descubierta por su esposa.
Zeus es el dios más poderoso del Olimpo griego. Hijo de Crono y Rea se hace con el poder en el Olimpo tras usurpar el trono de su padre, matándole y liberando así a sus cinco hermanos, entre ellos Hera. Reina sobre los hombres y el resto de los dioses, y domina los fenómenos atmosféricos. Se le atribuyen el rayo, la égida o el águila (ésta como ave regia y poderosa). A pesar de tener pareja estable son innumerables sus escarceos amorosos objeto de mitos como éste o el de su amor homosexual Ganimedes, a quien raptó transfigurado en águila para convertirlo en el copero olímpico y así acabar ambos caracterizados como el planeta más grande y dominador del sistema solar y su principal satélite. Del mismo modo, la propia Ío, quien también pasó a convertirse en satélite de Júpiter (terminología latina de Zeus). También son innumerables los mitos que a través de estas infidelidades pretenden dotar de enjundia y distinción una determinada ciudad y su estirpe real, emparentando a Zeus con algunos de sus fundadores y antepasados. Puede ser el caso de éste que pretende relacionar a Épafo y su reino egipcio con Zeus. O el mito de Europa, la cual fue cortejada por Zeus que adoptó para ello la forma de un toro blanco y juntos fueron a yacer a una isla pasándose a llamar Creta. De este modo se originan los reyes de esta quedando ligada la misma al poderoso dios. Así mismo Hera está relacionada con la ciudad de Argos. Allí se le rendía culto e Ío era una de sus sacerdotisas.
No son pocas tampoco las veces que Hera (diosa de la fertilidad y el matrimonio, hermana y esposa de Zeus y relacionada con aves como el pavo real, que también deja constancia de su carácter regio) guía su ira por la infidelidad de su marido hacia sus amantes o el fruto de las mismas, consciente del mayor poder e influencia de su cónyuge. Famoso es el caso del hijo más poderoso de Zeus, Heracles, a quien Hera mandó serpientes a su cuna e incluso le impidió reinar en Grecia, adelantando el parto de su primo Euristeo, tras hacer jurar a Zeus por el agua sagrada de la Estigia, que el primero en nacer procedente de su estirpe reinaría sobre los helenos.
Volviendo al comentario de la imagen de Figino, desde mi punto de vista, la figura de un niño atemorizado que dirige una mirada penitente a la tremenda Hera y se resguarda tras las anchas espaldas de Zeus (figura enigmática y susceptible de otras interpretaciones), es Hermes puesto que, si bien participa en el mito liberando a Ío y matando a Argo (labor que le ha encomendado Zeus) también es el hijo de éste, fruto de su relación con Maya. Seguramente el autor haya querido caracterizar al personaje con el semblante inocente de un niño.
En cuanto a simbolismo se refiere, a parte de los iconos del águila y el pavo real (coronadas las plumas de éste con los ojos del servicial Argo) ya comentados con anterioridad en su faceta de iconos de poder y distinción regia relativos a Zeus y Hera, hay que comentar la corona que porta ella o las túnicas de colores bermellones y anaranjados que luce. El arco iris surge tras el contraste que se crea al aparecer la luminosa Hera en la estancia disipando las nubes tormentosas desplegadas por Zeus para no ser reconocidos éste e Ío.
“Leda Atómica” fue pintado alrededor de 1949 y se encuentra actualmente en la Sala del Tesoro del Teatro-Museo de Salvador Dalí en Figueras.
El óleo muestra un Zeus totalmente transformado en un bello cisne y una Leda desnuda.
Elegí este cuadro porque me llamó la atención desde un primer momento debido a la peculiaridad con la que Salvador Dalí representa el mito de Zeus y Leda y, sobre todo, porque de esta unión nacen los Dioscuros, hermanos que siempre me han llamado la atención por su buena relación.
Es momento de remontarnos al mito que se representa en “Leda Atómica”.
Leda estaba casada con Tindáreo, rey de Esparta. Un día, Zeus se transformó en cisne con el propósito de unirse con ella. Atendiendo a la mayoría de las versiones del mito, Leda puso uno o dos huevos de los que nacieron Helena y Clitemnestra, y Cástor y Pólux, también llamados los Dioscuros, los chicos de Zeus, los gemelos o los benevolentes. Uno de cada pareja era inmortal: Helena y Pólux eran hijos de Zeus mientras que Clitemnestra y Cástor eran considerados hijos de Tindáreo y, por lo tanto, mortales.
Clitemnestra se acabó casando con Agamenón y tuvo a Orestes entre otros.
En cuanto a los Dioscuros, se dice que aparecían con sus fuegos en lo alto del mástil de los barcos para indicar que se acercaba una tormenta. Como he dicho anteriormente, Pólux era inmortal mientras que Cástor era mortal, y por lo tanto, Pólux estaba destinado al Olimpo y Cástor, como mortal, al Hades. Se cuenta que como no querían separarse, lograron alcanzar un acuerdo mediante el que los dos juntos pasarían la mitad del año en el Hades y la otra mitad del año en el Olimpo.
Por otro lado, Helena fue la causante de la guerra de Troya por ser la mujer más bella del mundo.
Llegados a este punto, es conveniente remontarse a las bodas de Tetis y Peleo.
Tetis era una ninfa marina a la que Zeus y Posidón habían pretendido, pero a la que decidieron casar con Peleo, un mortal, tras revelar el Oráculo que el hijo que tuviera Tetis sería más poderoso que su padre. Tetis y Peleo se casaron y Eris, la diosa de la discordia, se presentó en la boda sin haber sido invitada llevando una manzana con la inscripción “a la más bella”. Paris, príncipe troyano, fue el encargado de seleccionar a la diosa más bella entre Atenea, Hera y Afrodita. Hermes le condujo hacia ellas y cada una le prometió una cosa distinta. Como Afrodita le prometió el amor de la mujer más hermosa del mundo, eligió a Afrodita como la diosa más bella. Cuando Paris fue a Esparta por asuntos diplomáticos se enamoró de Helena y, con ayuda de Afrodita, la sedujo y raptó. Los griegos, que habían acordado que defenderían al marido que Helena había elegido en caso de que se la disputaran, parten hacia Troya. De ahí, la gran importancia de Helena, fruto de la unión de Leda y Zeus transformado en cisne.
Sin embargo, el caso de Leda es solo una de las infinitas aventuras de Zeus.
Un caso muy similar es el de la unión con Europa, mediante la que Zeus establece relación con Creta. Dice el mito que Europa jugaba en la playa cuando vio un precioso toro y se subió en su lomo. El toro, que era el mismo Zeus, se la llevó corriendo por encima de las olas a Creta, donde tuvieron tres hijos: Minos, Sarpedón y Radamantis. Más tarde, Zeus abandonó la isla dejándoles con el autómata Talos y una jabalina. Finalmente, Asterión se casó con Europa y aceptó a sus hijos.
Otro caso semejante es el de Dánae. Esta vez, Zeus se transforma en lluvia dorada y de esta unión nace el gran héroe Perseo. Además, este mito ha sido reinterpretado en el cristianismo.
Otra de las amantes de Zeus fue Alcmena que le permitió establecer relación con Tebas. En este caso, Zeus adquiere la forma de Anfitrión, marido de Alcmena, que prometió no unirse con ella hasta que no regresara victorioso de la guerra contra los asesinos de los hermanos de Alcmena. De esta unión de Zeus nació otro gran héroe, Heracles. Hermano suyo, pero hijo de Anfitrión es Ificles.
Heracles y Perseo serán dos de los grandes héroes que se encargarán de seguir y continuar la labor de su padre Zeus, especialmente luchando contra monstruos y contra todo aquello que atentara el orden establecido por su padre. Uno de los episodios más característicos de Perseo fue el de su lucha contra las Gorgonas. Heracles ayudó a su padre Zeus en la Gigantomaquia, a luchar contra los Gigantes, ya que en la lucha de generaciones Zeus se había impuesto como dios principal tras derrotar a su padre Crono y tenía que luchar por mantener su posición.
Otra de las relaciones más problemáticas de Zeus fue la que mantuvo con Io, sacerdotisa de Argos, donde es tan venerada su legítima esposa, Hera. Zeus tenía el deseo de unirse con Io, y para ello, Zeus creó una niebla espesa en el bosque de Lena. Esto a Hera le pareció muy sospechoso y pidió a Apolo que aportara claridad. Cuando lo hizo, Zeus apareció solamente acompañado por una novilla de ojos casi humanos. Hera sospechó que esa novilla era la amante de su marido así que pidió a Zeus que se lo regalara. Cuando él cedió, Hera puso a su cuidado a Argos, el de los muchos ojos, pero Zeus hizo que Hermes lo matara causándole sueño a través del caduceo. De ahí que el símbolo de Hera sea un pavo real con muchos ojos y también que el epíteto de Hermes sea ‘argifonte’. Finalmente, cuando Hera descubrió que la novilla era en realidad Io, envió un tábano que hizo que la vaca huyera hasta el paso del Bósforo en Egipto. Tras cruzarlo, Io tuvo a Épafo. Otros descendientes de la sacerdotisa fueron Dánae, Perseo. Alcmena y Heracles entre otros.
Debido a estas uniones, a lo largo de la historia se ha considerado a Zeus un dios libertino y promiscuo pero, atendiendo a la mentalidad de aquella época, todas estas uniones tienen un gran valor a la hora de remontar los linajes de un determinado pueblo hacia el dios principal: el dios principal, Zeus, se une a la ninfa o diosa local para establecer así relación entre él y la localidad en concreto. Cabe destacar que todas las uniones de Zeus con sus amantes se dan una vez y siempre son fructíferas.
A pesar de todas estas amantes, y de su relación homoerótica con Ganimedes, Zeus tiene una misión establecida como dios principal: formar una familia patriarcal. Este objetivo se consigue gracias al matrimonio institucional con Hera. Esto significa que Hera es la única esposa legítima y que, por lo tanto, todas las demás mujeres quedan reducidas a amantes. Zeus se une con todas estas amantes pero nunca sin restar importancia a esa misión establecida.
Hera no quedó del todo exenta de las transformaciones de Zeus. Se dice que cuando Zeus trató de unirse a ella se transformó también, esta vez en un pequeño cuco. Otras versiones apuntan a que Hera y Zeus llevaban una relación amorosa desde que eran niños y gozaban del amor a escondidas de sus padres.
Por un lado, Hera era el modelo de esposa luchadora, de mujer vengativa, celosa e incluso violenta hacia todas y cada una de las amantes de su marido, y hacia todos y cada uno de los hijos que fueron fruto de aquellas relaciones extramatrimoniales.
Por otro lado, Zeus es el dios principal, el más poderoso, cuyas decisiones son irrevocables y que, a veces, se comporta como un tirano. Un ejemplo claro es el de Prometeo. En cierto modo, en ocasiones, Zeus teme a Hera. Por ejemplo, cuando Tetis va a hablar con él tiene miedo de que Hera se enfade. Sin embargo, Hera no puede participar de todo lo que haga Zeus puesto que él es el que siempre ha de tener la última palabra.
Zeus es el dios del éter y de las nubes, el principal y más poderoso, pero es imprescindible recordar que está sometido a la Moira o destino, ya que no es un dios creador sino que forma parte de esa actualidad cósmica. Como dios principal, tiene que repartir el mundo entre los humanos y, de este modo, ellos también siguen este modelo de familia patriarcal. Como dato curioso, cabe mencionar que de entre los dioses, solamente Afrodita y Hefesto llegaron a contraer matrimonio. Otra de las más famosas parejas de dioses es la de Hades y Perséfone que no se casan, y tampoco llegan a tener descendencia. Poseidón y Zeus tienen muchas aventuras amorosas transformándose en muchas ocasiones mientras Hades apenas tiene.
Volviendo a la representación del mito de Leda y Zeus en “Leda Atómica”, algunos elementos son especialmente relevantes. El espacio suspendido, la levitación de los objetos y la yuxtaposición son algunas de las características más notables del surrealismo de Dalí. Cabe destacar a modo de anécdota que Dalí utilizó como modelo para pintar a Leda a su mujer y musa, Gala.
Al contrario que en el cuadro de Miguel Ángel de mismo tema que vemos representado a la derecha, Dalí trata la escena desde una perspectiva mucho más espiritual: todo es etéreo en el sentido de que los objetos y los personajes no se tocan, y la imagen del cisne que se acerca suavemente a besar a Leda mientras ésta le sostiene el cuello delicadamente desprende más bien ternura.
También podemos ver abajo representaciones surrealistas de objetos como una escuadra o un libro, y el huevo del que, según se dice en el mito, nacieron los hijos de Leda.
Para terminar, es importante que se diga que ha habido distintos y variados acercamientos al tratamiento de este mito en la pintura. Por ejemplo, Leda puede ser representada con varios huevos e incluso, se le ha llegado a identificar con la cáscara de un huevo gigante. Zeus suele aparecer con el cetro, el águila o el rayo, pero muchas veces se le representa directamente como animal tras su transformación, en este caso, como un cisne.