FERNANDO DE ROJAS

Niños ¡para el jueves La Celestina! -


Una de las preguntas que se le hace con más frecuencia a un escritor es esta: ¿Qué haría para lograr que los niños y jóvenes lean más? Por mi parte, yo contesto siempre lo mismo: no aburrirles como hongos.
Todo el mundo parece estar de acuerdo en que un niño que lee adquiere más dominio del lenguaje, desarrolla más capacidad de discernir y agilidad mental, aumenta su imaginación y su curiosidad. Sin embargo, las medidas para alcanzar metas tan deseables no distan mucho de las que se tomaban en el siglo XIX, con aquello de la letra con sangre entra. A esto hay que sumar que en el siglo XIX y en buena parte del XX, leer era un placer prohibido, un acto de rebeldía. Muchos fueron los que se convirtieron en lectores solo por descubrir qué había de pecaminoso en Madame Bovary o qué se escondía entre las páginas de D.H. Lawrence, Henry Miller o Colette. Ahora, en cambio, sin pecado ni rebeldía por medio, para un niño, y no digamos para un joven, leer es sinónimo de aburrimiento, de pestiño sublime. A ello contribuyen y no poco muchos padres y educadores. Ignoro quién diseña los planes de lectura en los colegios, pero quien sea necesita unas buenas dosis de sentido común. Me he tomado la molestia de buscar la lista de libros recomendados en diversos centros y he aquí el “top cinco” de los autores y títulos considerados ideales para un adolescente: San Manuel Bueno, mártir y Niebla, de Miguel de Unamuno; Viaje a la Alcarria, de Camino José Cela; Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez y La Celestina, de Fernando de Rojas. De esta lista, los dos últimos los he padecido en mis carnes, y puedo hablar por experiencia propia. En lo que se refiere al primero, he tardado casi cuarenta años en disfrutar del maestro de Moguer. Peor aún, a pesar de que ahora admiro otras obras suyas, cada vez que oigo eso de “Platero es pequeño, peludo, suave” me brota una urticaria. En cuanto a La Celestina, solo he superado el trauma al verla representada en teatro por Nuria Espert. Y eso que en mis oídos aún retumba la voz de la señorita Lola, nuestra profesora de Literatura, cuando intentaba introducirnos en las delicias de su lectura con un contundente: “Niños, para el jueves, setenta páginas más de La Celestina. ¿Me he explicado con claridad?”.
El argumento que suele darse para incluir dichas lecturas en los programas educativos es que es hay que acercar los jóvenes a los clásicos y que, si no los leen en el colegio, difícilmente lo harán más adelante. A esto se puede argumentar que es cierto, que la escuela es el sitio ideal para conocer a Cervantes, Homero o Shakespeare, pero de otro modo. Los ingleses, por ejemplo, tienen un sistema más eficaz de hacerlo. Un niño con trece o catorce años probablemente ya ha leído varias obras de Shakespeare. Sin embargo el mandato nunca es: “Niños, para el jueves El mercader de Venecia”. Las obras del genio de Stratford no solo son explicadas primero en clase por el profesor sino que luego se reparten los papeles de modo que uno hace de Shylock, otra de Porcia, un tercero de Mercader. En cuanto a novelas, se eligen obras maestras, pero que puedan gustar a un joven. ¿Acaso se puede decir que La isla del tesoro, o El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde tengan menor calidad literaria que Niebla o San Manuel Bueno? Y por supuesto ese tipo de lectura debe comenzar en el colegio, nunca en casa, para ayudar al niño a "entrar” en el libro. Realmente no hace falta ser Freud para darse cuenta de cuál es la diferencia entre un método y otro en el fomento de la lectura. Con “Niños, para el jueves La Celestina” estamos convirtiendo la lectura en un deber, en una obligación, mientras que hacerlo en clase puede asociarse con algo divertido como disfrutar de un buen libro.
Y leer no solo sirve para conocer a grandes maestros. Es, además, una magnífica gimnasia mental así como la mejor manera de utilizar la herramienta más extraordinaria con la que cuenta el ser humano, la palabra. En el mercado hay multitud de cursos que enseñan a hablar en público, a comunicar, a defender y a “vender” una idea del modo más eficaz. En un mundo hiper conectado como el nuestro, la comunicación lo es todo y, sin embargo, tampoco se enseña en los colegios. Del estudio de nuestro idioma se presta atención primordial al análisis gramatical, a los tiempos verbales, a la función del complemento… No se enseña en cambio el manejo de la oralidad ni se ofrecen recursos para defender una idea con elocuencia. Es como si a un aprendiz de carpintero le obligaran a aprenderse todas y cada una las piezas que forman una silla pero no le enseñaran luego cómo se arma y tampoco le permitieran sentarse en ella. Precisamente a eso, a hablar de la forma más rica y sobre todo más eficaz, también enseñan los libros. No solo porque se adquiere vocabulario y cultura sino porque, tras la lectura, se pueden organizar debates o jugar a defender las ideas de uno de los personajes frente a las de otro. También se puede polemizar, discutir o, simplemente, representar la obra en clase. Hay quien piensa que el teatro es una actividad lúdica y por tanto extraescolar. Sin embargo se sabe que los jóvenes que lo tienen como asignatura no solo son más elocuentes sino que manejan mejor el lenguaje corporal y sufren menos de timidez. Newton dijo una vez que si había conseguido ver más lejos era porque supo subirse a hombros de gigantes. Lo mismo se puede decir de quien decide valerse de los grandes de la literatura para defender o vender una idea. También para comunicar, conmover, deslumbrar, estremecer, inspirar, enamorar, seducir. ¿ Porque qué mejor maestro que quien ha logrado convertir la palabra en arte?

Artículo de Carmen Posadas.


- La Celestina en Sagunto- (Nueva investigación)


Las teorías que intentan explicar los entresijos de las novelas, comedias y demás obras de creación medieval (y posterior) siempre me fascinan. En este caso ha surgido un estudio, realizado por Manuel Cervera, que asegura que ‘La Celestina‘, atribuida a Fernando de Rojas, transcurriría en Sagunto y no en Salamanca, como popularmente se cree (aunque no es la única ciudad donde se suele situar la historia).

El caso es que Cervera ha hallado similitudes entre el famoso texto y un proceso criminal sucedido en Sagunto en 1427. En dicho proceso, el único que se conserva al completo del Reino de Valencia, se juzgó a Úrsola Vilarroya y su amante Joan Argent junto a demás cómplices por el intento de asesinato del marido de Úrsola. Una historia llena de celos, traiciones y alcahuetería que bien podría haber inspirado un libro.
Cervera ha escrutado al máximo ‘La Celestina’ y ha hallado muchas similitudes entre las descripciones de lugares de la obra y sitios que aún se conservan en el casco histórico de Sagunto, así como expresiones y referencias que harían muy difícil situar el libro fuera de la zona de Valencia. Como ya he dicho no es la primera vez que se investiga la ambientación de la tragicomedia del siglo XV, y dudo que sea la última, pero de entre todas las teorías que hay esta me parece la más fascinante.


- Tópicos en La Celestina -

A través de la historia, nos hemos encontrados con variantes problemáticas e interrogantes que la literatura nos plantea, una de estas interrogantes abarca el aspecto de los géneros literarios, los cuales se han ido ganando una posición privilegiada en estos contenidos, dejando claro que no existe un origen específico para los mismos y su derivación y creación radica en la actualización y publicación de obras a través del tiempo.
También otra discusión en los temas literarios, que por lo demás es la que nos demanda en este postulado, ha sido el poder describir y darle un uso único a los diferentes tópicos que han existido partiendo de diversas obras enmarcando un mundo en particular, a una sociedad y una forma de percibir el mundo.
Partiendo de este punto debemos entender que un tópico, en literatura, es un tema o motivo común ya prefijado (debido a su uso reiterado) que utilizan, como recurso, los escritores y poetas. Son una serie de constantes temáticas que se han repetido a lo largo de la Historia de la Literatura y que, en el caso de la occidental provienen, en su mayoría, de la cultura clásica (grecolatina) o de la tradición bíblica. Muchos de estos temas o tópicos se han mantenido desde la antigüedad hasta la actualidad.
Evocándonos en esta perspectiva literaria con respecto a los tópicos, en este trabajo pretenderé demostrar la presencia de estos últimos renacentistas, en una obra póstuma de fines del siglo XV, de Fernando de Rojas, obra perteneciente a la transición, que golpeó muy fuerte por el paulatino cambio de mentalidad que en esa época se estaba produciendo, con esto aludo a La Celestina, obra que por lo demás fue la precursora del género dramático en habla hispana, dándole una importancia a nivel mundial.

Platonismo en La Celestina.


Para poder reconocer algún tópico o género en cualquier obra literaria, debemos partir de la base del conocimiento que tengamos en cuanto a determinado tópico o género o lo que fuese que quisiéramos reconocer o buscar en la misma.
Si bien el platonismo es un estilo que abarca mucho, nos concentraremos en aquellas características que nos corresponden estudiar en relación con la sociedad, cultura y forma de vida de la época de transición en la cual fue escrita esta obra, reconociendo como característica general de la época, y por lo demás reflejado en otras obras, el choque de dos mundos distintos y la dualidad de las cosas.
Entendemos inicialmente como Platonismo, a la Doctrina filosófica desarrollada por los seguidores de Platón a partir del siglo I a. d. C. que llegó a ser el movimiento intelectual dominante en los primeros siglos de nuestra era favorecido por la influencia poderosa que ejerció sobre el cristianismo y judaísmo.
Su principal representante fue Plotino, que adquirió este nombre en alabanza a su maestro.
El platonismo ha influido en sectores del pensamiento religioso, de forma que se llega a creer que ciertos ritos, pensamientos y doctrinas están basados en él. San Agustín creía que mediante Platón se podía articular teológicamente la fe cristiana, como había intentado Filón de Alejandría con el judaísmo.
Como podemos ver, este tópico, fue arraigado en la antigüedad clásica, de donde se han hecho innumerables interpretaciones, muchas de ellas no nos corresponde estudiar, de tal manera que nos quedaremos con unas visiones por sobre otras.
En la metafísica de Platón el mundo se divide en dos aspectos: el mundo inteligible de las "formas" (episteme) y el mundo sensible que nos rodea. 
El mundo sensible o el de las apariencias (sometido a continuo cambio y degeneración), es el mundo de la opinión (doxa) y todo lo que en él se encuentra, constituye una copia imperfecta del mundo inteligible de las formas e ideas. Estas formas son inmutables y perfectas y sólo resultan comprensibles mediante el uso del intelecto o razonamiento (ejercicio de la mente para despojarse de percepciones sensoriales o imaginación).
Tomando este concepto, podemos verlo reflejado de mejor manera en el tiempo que nos compete y lo asociaremos a la perspectiva del amor de aquel entonces, en donde podríamos decir que existen dos tipos de amor, tomando en cuenta esta dualidad de mundos, en donde nos encontraremos con un amor puro, correspondiente al mundo sensible, y por otro lado con un amor físico, que correspondería al mundo de las formas. Podríamos decir que inicialmente en la obra nos encontramos, en un pequeño grado, con un amor de carácter no físico, con esto me refiero al primer acto en donde Calisto ve por primera vez a Melibea y donde no se refleja ninguna mala intención de parte del enamorado, llegando a comparar a aquella mujer con un Dios, simplemente impactado por su belleza, cuestión que ha medida que van sucediendo los hechos en la obra, van cambiando bruscamente por otra intención más física dejando de lado el amor puro y no carnal por un amor físico y de satisfacción personal de parte del enamorado Calisto, quien por medio de su criado Sempronio recurre a una mujer alcahueta, quien era regenta de un prostíbulo y muy conocida por sus malos hábitos, de nombre Celestina, a quien le pide ayuda para poder complacer su deseo de estar al lado de su amada en un plano más bien físico que espiritual, todo esto provocado por el afán de maldad e intereses lucrativos que llevaba consigo la Celestina.
De acuerdo a este hecho, el autor refleja claramente cómo está cambiando la mentalidad de la sociedad de la época, contrastando este aspecto con la Edad Media, en donde prevalece la idealización valórica del amor, amor puro, amor espiritual, guiado por la divinidad de Dios y para Dios. Con esto comprendemos que la obra puede poseer aspectos medievales y a la vez renacentistas, predominando los segundos debido al cambio de visión de mundo que estaba ocurriendo.
Pero no todo acaba así, a continuación revelaremos otro tópico literario, con el propósito de esclarecer la intención del autor con respecto a la época post-medieval o transición a la que estamos aludiendo.


“Carpe Diem” 

No muy lejano al platonismo, nos encontramos con un tópico también retomado de la antigüedad clásica, acuñado por Horacio en su obra “Odas”, que literalmente significa cosecha el día, también significa disfruta el día, “Carpe diem quam minimum credula postero” (“Aprovecha el día, no confíes en mañana”).

Este tópico literario, es un tema recurrente en la literatura universal como una exhortación a no dejar pasar el tiempo que se nos ha brindado, o bien para disfrutar los placeres de la vida dejando a un lado el futuro, que es incierto. Cobra especial importancia en el Barroco y Romanticismo.
Asimismo, se puede traducir como "Aprovecha el momento", "Vive el momento", es decir, "Aprovecha la oportunidad y no esperes a mañana, porque puede ocurrir que mañana la oportunidad ya no exista".
San Expedito, patrono de lo inmediato, llegó a utilizar esta frase en su prédica, instando a realizar las obras en el presente y negando el posible futuro el cual es incierto. 
Si bien este tópico cobra un mayor apogeo y especial importancia en el Barroco y Romanticismo, podemos reconocer en el tiempo de transición los primeros vestigios partiendo del cambio de pensamiento de la sociedad, que incluía una visión más antropocéntrica del mundo a diferencia de la visión medieval que era puramente teocéntrica.
Siguiendo en esta línea, a este tópico podemos ligarlo íntimamente con un movimiento que cobró fuerzas durante el renacimiento, tratándose de una obra de transición conviene revisarla, me refiero al humanismo. 
El humanismo es una corriente filosófica, educativa y filológica europea estrechamente ligada al Renacimiento cuyo origen se sitúa en el siglo XIV en la península Itálica (especialmente en Roma, Venecia y Florencia). Se mantuvo hegemónica allí y en buena parte de Europa hasta fines del siglo XVI, cuando se fue transformando y diversificando a merced de los cambios espirituales provocados por la evolución social e ideológica de Europa, fundamentalmente al coludir con los principios propugnados por las Reformas (luterana, calvinista, etc.), la Contrarreforma católica y la Revolución francesa del siglo XVIII.
El rasgo ideológico más importante en éste sentido es el antropocentrismo o consideración de que todo gira en torno al hombre frente al teocentrismo medieval. Se restaura la fe en el hombre porque posee valores importantes que no conviene despreciar. Ya no se desprecia ni la fama en este mundo, ni el dinero, ni el goce epicúreo de los sentidos.
Básicamente se centraba en aprovechar al máximo el día en el sentido de sacar el mejor provecho posible a las cosas que nos entrega el mundo, especialmente a la adquisición de conocimiento en contra del tiempo.
En relación con la Celestina el Carpe Diem se demuestra a lo largo de toda la obra, ya que la sucesión de los hechos ocurre en un tiempo cronológico muy corto, aproximadamente dos semanas en donde transcurre la obra con un sin fin de acciones relacionadas con el acto de maldad de una mujer.


“Tempus Fugit” 

El tópico Tempus Fugit hace referencia al paso irremisible del tiempo, que todo lo acaba. Suele aparecer muy frecuentemente en combinación con el tópico del Carpe Diem. “Sed fugit interea, fugit inreparabile tempus” (“El tiempo pasa irremisible, pero intensamente”).

No muy lejano con una concepción actual, esta sencilla frase encierra la esencia de este mundo: el tiempo pasa, huye, nada queda, todo cambia. El cambio anida en lo más íntimo del alma de este universo. El río fluye y nunca vuelve a ser el mismo para el filósofo griego. El “tao”, principal protagonista para la doctrina taoísta, es, fundamentalmente, el propio cambio, el ser último, sin nombre, que explica todo lo demás; el aliento que empuja los contrarios… Y así, nos sorprendemos hablando de algo etéreo, intangible, filosofía o pensamiento puro. Pero lo extraño es que a todo esto, también se llega haciendo física: la ciencia más pura y exacta. Porque la física moderna nos enseña que el reposo no existe; que cualquier mole de miles de kilos, aparentemente quieta, está formada por miles de millones de átomos y partículas subatómicas moviéndose en una carrera frenética, que parece huir de la “quietud”, sin ningún fin aparente. Los átomos nunca están quietos, se encuentran siempre vibrando, incluso en el cero absoluto, a 273º C bajo cero. Es, por tanto, muy posible que el cambio continuo que observamos en nuestro mundo, sea consecuencia del movimiento sin fin de la materia. Algo la obliga a moverse y a vibrar sin descanso, y ese trajín aflora, antes o después, en nuestra dimensión cotidiana. Es inútil intentar abrazarse – para tener o retener – a un tiempo o a un lugar; a unas personas o a unas cosas, que van a pasar indefectiblemente. Podemos y debemos querer, amar pero nuestra querencia, si es sabia como la propia vida, estará impregnada del profundo perfume de la fugacidad, que lo acompaña todo y le da su verdadera dimensión.
Esta analogía con la ciencia, deja en evidencia, nuevamente, el cambio y el uso de este tópico por parte del autor en La Celestina, recapitulando el hecho descrito anteriormente en el Carpe Diem en la sucesión rápida de los acontecimientos y acciones dentro de la obra.

De esta forma nos hemos podido dar cuenta de la presencia del platonismo, Carpe Diem y Tempus Fugit dentro de la obra cumbre en época de transición, La Celestina, así también como podremos encontrar intimas conexiones con el cambio en la visión de mundo teocentrista por la antropocentrista, de manera que la importancia del ser humano y la fe en él prevalezca antes que todas las cosas y sobre todo frente a la importancia y fe en Dios.
También se pudo hacer una intima concatenación del tópico de Carpe Diem con el movimiento que comenzó a dar sus primeros vestigios durante esa época de transición, el Humanismo, reflejado en el desenlace corto, cronológicamente hablando dentro de la obra.


Lo anteriormente expuesto nos da la base para encontrar muchos otros tópicos literarios que son, en algunas instancias, claramente expresadas por el autor de la obra. Uno de ellos desde mi observación es el tópico de “Furor Amoris”, que, teniendo en cuenta la concepción de Carpe diem en su relación con el humanismo, y por lo demás con el Tempus Fugit, está presente en La Celestina si reconocemos que el Furor Amoris es el tópico que expresa la concepción del amor como una locura, como una enfermedad mental que niega todo poder a la razón.

Inevitablemente me apoyo en este poema que citaré a continuación para dejar en claro el Furor Amoris:

AMANTE QUE NO PUEDE OLVIDARSE DE AMOR Y SEGUIR LA RAZÓN

Se rindió el corazón, cegó el sentido,
con propio aplauso, bella tiranía;
en actos libres la razón porfía
y a sacudir el yugo obedecido.
Mas, ¡ay!, que en las acciones de perdido,
tal premio el alma halló, que si me guía
al olvido de Amor la razón pía,
bebo nueva memoria en el olvido.
¡Oh para nuevo mal, por medio extraño,
ilustrada razón, ciego deseo,
pues viendo la verdad, sigo el engaño!
Mal tendrá la razón de Amor trofeo,
si le defiendo a Amor mi propio daño,
cuando en favor de la razón peleo. 

En estos versos nos podemos dar cuenta que existe un choque de mundos o polos opuestos, en este caso me refiero al amor versus la razón, por un lado el sentimiento que es contrario a la razón.

He aquí una concatenación con La Celestina. El hecho de que Calisto haya hecho cosas horribles por conseguir el amor de Melibea, acudiendo a patrañas de una alcahueta que por medio de la utilización de magia negra y un pacto con Plutón (señor del averno) consigue que Melibea se enamore de él y puedan vivir en comunión un amor irreal.
Claramente en esta situación el amor priva de toda razón a Calisto dejando en evidencia el Furor Amoris.

Para finalizar, dentro de esta obra, no puede dejar de asombrarnos la modernidad de La Celestina, la riqueza de sus personajes, el realismo del lenguaje y de las situaciones ambientales, la soltura del diálogo y su naturalidad. Sin embargo, ya hemos dicho que la obra se inserta dentro de unos marcos de pensamiento que respondían con fidelidad a la visión de mundo del siglo XV. Todos los lugares comunes del pensamiento de este siglo encuentran cabida en la obra, heredado del pensamiento escolástico y de la experiencia de la vida de una época de transición. Todos los temas de la literatura profana medieval pueden hallarse de una forma u otra en la obra.
Así, la crítica a la mujer vista con los ojos de toda la tradición bíblica y el cristianismo medieval; el tema del paso del tiempo, la inutilidad de cualquier gozo o grandeza mundana, la pérdida de la juventud en una especie de "carpe diem" casi renacentista ("Gocemos y holguemos, que la vejez pocos la ven"); el tema de la muerte que todo lo acaba, omnipresente al final de la obra dejando una sensación de total desolación; el tratamiento literario de las clases sociales, así como muchos otros aspectos que se encuentran presente.



- El prólogo de La Celestina -


Busto de Heráclito, en los
Museos Capitolinos de Roma.

Retrato de Petrarca.

En primer lugar, aparecen varias citas de grandes filósofos y escritores, como Heráclito o Petrarca. Heráclito fue un filósofo griego, nacido el año 535 aC y fallecido el 484 aC, que declaró: "Omnia secundum litem fiunt" (una de las citas del prólogo). El significado de esta frase es el siguiente; no hay nada en la vida que no sea luchar, todas las cosas son hechas a manera de pelea. 



La misma idea se repite en la frase de Petrarca citada en el prólogo; "sine lite atque offensione nil genuit natura parens" (sin lucha no hay nada). Recordemos que Petrarca era un lírico y humanista italiano, que recogió toda la tradición hasta el momento e incorporó rasgos de la belleza de la mujer; el ideal petrarquista. Hizo una gran producción literaria en latín, pero es conocido sobretodo por sus obras en lengua vulgar (que él consideraba nugae, pasatiempos)

A continuación, nos pone ejemplos naturales de la tesis que está defendiendo; la permanente lucha en la vida; "El verano vemos que nos aqueja con calor demasiado, el invierno con frío y aspereza; así que esto que nos parece movimiento de estaciones, esto con que nos sostenemos, ..., si comienza a agitarse más de lo acostumbrado, no es sinoguerra". 
Hay más ejemplos; habla de aves, halcones, gavilanes, llegando a lo más humilde, que son los pollos y acabando con rocho, una ave mágica. 
Y más tarde, se pone a ejemplificar con hombres; ¿Quién explicará sus guerras, sus enemistades, sus envidias, sus aceleramientos y movimientos y descontentamientos? .

Finalmente, nos pone ejemplos de la misma obra. "Los expertos no se ponen de acuerdo sobre la calidad de la obra"; por lo que deducimos que se trata de la 2ª edición de La Celestina (1502). Los impresores también están interpretando su obra y los libros no pueden durar mucho, porque hay diversidad de opiniones, sobretodo entre distintas generaciones. 
Reconoce que el primer acto no es suyo y justifica que haya alargado la obra y elcambio de título (unos defendían que se tenía que llamar comedia, otros; tragedia - porque termina mal- pero él, los fusionó). Además, está seguro que cuando salga la nueva edición, volverán a salir críticas. 

Los judeoconversos

Uno de los castigos a los que se sometían los judeoconversos.

En fin, todas estas son opiniones claras de unjudeoconverso; justificar las dificultades de la vida. Desde 1391, este colectivo era agredido y en el texto, se plasma su sensación de opresión, porque ya sabemos que Fernando de Rojas tenía antepasados judíos. 


Los franciscanos eran los máximos responsables del movimiento antijudío, que provocó la creación de unas normas de sangre - causantes de que los judíos no pudieran acceder a ciertos puestos-. 


La hipocresía, el engaño y la falsedad eran las normas éticas de la sociedad, era algo rutinario y también se desarrollan en La Celestina a través de los comportamientos de los personajes. La Celestina es realmente un espejo de todo lo que pasaba durante la época. 
De Rojas es defensor de las separaciones en las relaciones personales y muchas de sus ideas aparecen en "De los remedios de cualquier fortuna", una obra adorada por los judeoconversos y escrita por Quevedo (y considerada pseudo-Séneca).


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