FACSÍMIL
El término proviene del latín ‘fac’, imperativo de ‘facĕre’ (hacer), y ‘simĭle’ (semejante): haz semejante, parecido.
Para lograr este tipo de reproducciones de alta calidad lo más habitual es utilizar técnicas fotográficas y de serigrafía que permiten imitar fielmente el documento original, con todos sus matices. Es un tipo de edición que, junto a las técnicas modernas, emplea prácticas de los copistas y encuadernadores de la época con el fin de lograr la mayor similitud posible.
Como los libros originales generalmente son piezas delicadas que se preservan en bibliotecas, museos y otras instituciones, los facsímiles suelen ser utilizados como medida de seguridad para permitir que los usuarios tengan acceso a una copia exacta. De este modo se evita el riesgo de robo o deterioro.
Una de las empresas más prestigiosas dedicadas a este tipo la edición artística y facsímiles es Moleiro.
La perfección de las copias en ocasiones es tal, que constituyen en sí mismas obras de arte, resultado de un laborioso proceso que las convierte en ediciones de lujo. Éstos son los pasos que siguen para elaborar un facsímil:
Fotografía: Con una cámara de alta precisión se obtienen las imágenes del manuscrito. Las instantáneas se imprimen sobre unas placas fotográficas con una sensibilidad extrema, que permiten reconocer todos los matices de color presentes en las hojas del original. La captura de imágenes se puede realizar, también, con cámaras digitales para evitar el proceso posterior.
Pre-impresión: Las placas se superponen sobre un escáner cilíndrico que identifica los colores de la imagen y los sintetiza en los cuatro colores básicos (magenta, cian, amarillo y negro). En este proceso se realizan los primeros ajustes cromáticos mediante un ordenador que adecua los matices de color a unos parámetros preestablecidos. La primera impresión, al igual que durante todo el proceso de elaboración, se realiza sobre un papel fabricado artesanalmente que reproduce la textura del pergamino.
Corrección de las pruebas: Se contrasta el resultado de la impresión con el códice original sobre una mesa de luz a 5.500 grados Kelvin. En ocasiones se desechan toneladas de páginas de prueba.
Impresión: Se seleccionan los fotolitos definitivos que se asemejan en mayor medida a los pigmentos originales. Las páginas se disponen en cuadernillos de ocho, 16 o más páginas.
Aplicación de metales: Las miniaturas de los manuscritos antiguos se solían decorar con oro líquido, pigmentos de oro, pan de oro y oro bruñido. Para reproducir estos ornamentos en los facsímiles, se emplea una lámina de cobre en la que se reproducen en relieve las zonas donde se han incrustado los metales. Entre la plancha y la página se aplica una fina lámina de oro o plata que, al recibir presión y calor, queda adherida al papel.
Encuadernación: Este proceso es totalmente artesanal, como se realizaba en la Edad Media. Se ordenan los cuadernillos plegados a mano, se afianzan en la prensa de impresión y se tienden en un telar donde se cosen manualmente.
Al final, el facsímil es una reproducción casi exacta de una obra antigua que adquiere un valor similar, no por su antigüedad sino por la riqueza del proceso de elaboración y los materiales empleados..