D. TRUEBA






El autor nos presenta cuatro historias ágiles, entretenidas e interconectadas. Con el paso de las páginas, el lector no puede evitar sentirse identificado en algún detalle con los cuatro protagonistas, por muy distintos que sean. Sí, los diferentes personajes que nos presenta en la obra se ven envueltos en historias más o menos cotidianas en las que terminan perdiendo, dándose de bruces con la realidad, pero no por ello eso será el fin. Como bien dice el título: saber perder… saber levantarse.
Sylvia vive con su padre Lorenzo después de que se separara. Lorenzo guarda un terrible secreto, pero vive con naturalidad con su hija con la que cree que no tiene nada en común y a la que parece estar perdiendo. Leandro, el abuelo paterno de Sylvia, vive con su mujer y también él tiene un secreto que esconder, y el revés de la enfermedad de su mujer no hará si no agravar su culpa. El libro cuenta con un último personaje, Ariel Burano, joven futbolista promesa argentino que vendrá a jugar a Madrid e intentará cautivar a los aficionados, entre los que se encuentra Lorenzo. Lo que más me llama la atención, y, por tanto, el mayor mérito de David Trueba es haber conseguido hilvanar todas estas historias de forma magistral. Todo bajo una máxima fundamental: en la vida hay que Saber perder.
Atrae su trama difusa, que te deja sin saber qué pensar cuando todo termina. Un trama en la que los personajes van cobrando vida propia. A lo largo del libro conocemos mostrándonos sus frustraciones, sentimientos de culpa, deseos prohibidos, miedos, vergüenzas y adicciones dando lugar a una maravillosa novela llena de pequeños detalles con los que es fácil identificarse.
Este libro te trae y te lleva muchos sentimientos quizás vividos en algún momento de nuestra vida. Nada de tramas complicadas, sino historias sencillas como la vida misma. Trueba va directo al grano, sin rodeos, con poco te dibuja un personaje o una escena, y el resto te lo deja a ti. Cuatro historias son de nuestro tiempo que, aunque te resultan muy ajenas al mismo tiempo las sientes como propias. 
En fin, la vida…


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