R. ALBERTI
Premio Cervantes y Mariano de Cavia de periodismo, renunció al Príncipe de Asturias por sus convicciones republicanas. Habría cumplido 97 años el 16 de Diciembre, una vida truncada por la guerra y plena de aventuras por el exilio. Hijo de una de las familias europeas que llegaron el siglo pasado a Jerez para hacer el vino. Sus abuelos, los Alberti de Génova, ya habían sido grandes cosecheros de vinos, burgueses, dueños de viñedos y bodegas, "y católicos hasta la más estrafalaria locura y la más violenta tiranía, cuenta Haro Teglen. Los amos de El Puerto, decía, al empezar el siglo.
Su infancia, feliz, rural y marítima, transcurrió en su pueblo natal, Cádiz, donde estudió con los jesuitas. En 1917 se trasladó a Madrid con su familia, donde encontró la vocación por la pintura, como escribió en uno de sus versos: "Mil novecientos diecisiete. / Mi adolescencia: la locura/ por una caja de pintura,/ un lienzo en blanco, un caballete". Y la sorpresa: "¡El Museo del Prado! ¡Dios mío! Yo tenía/ pinares en los ojos y alta mar todavía,/ con un dolor de playas de amor en un costado, cuando entré al cielo abierto del Museo del Prado".
Como afirma Francisco Calvo Serraller, "para saber cómo la pasión por la pintura que mantuvo siempre Alberti iba más allá de su mero ejercicio práctico, basta con leer sus memorias, La arboleda perdida, donde se da cuenta de su estrechísima yvívida relación con los artistas y el arte de la vanguardia artística española, quien escribió uno de los más bellos libros de poemas sobre pintura, cuyo título era ya una dedicatoria amorosa: A la pintura. En este libro, artistas, colores, sensaciones, todo lo que pudiera concernir a la pintura, está presente, sí, a través de las más bellas metáforas, pero, sobre todo, que delatan el ojo sagaz del cómplice, del poeta que sabía pintar y cómo. El estilo de Alberti, en todo caso, demostró un trazo ágil, un colorismo brillante y una querencia de imágenes surrealizantes".
Sin embargo, por motivos de salud, en 1924 se trasladó junto con su familia a la Sierra de Madrid, y es allí, precisamente y paradójicamente donde escribió "Marinero en Tierra" su libro de poemas que le valió el Premio Nacional de Literatura y cuando comenzó a visitar la residencia de estudiantes y relacionarse con García Lorca, Dalí y otros escritores con quienes se funda la Generación del 27. Fecha clave en la cual celebraron en Sevilla el homenaje a Góngora, organizado por Alberti y Diego. En el viaje estaban Bergamín, Lorca, Guillén, Dámaso Alonso, Mauricio Bacarisse y Juan Chabás. Ese mismo año Alberti publicó "Cal y canto".
En 1929 editó Sobre los ángeles. En medio de una crisis espiritual, el libro supuso una novedad: se opuso a lo vigente hasta entonces e inició una investigación sobre las oscuridades del yo, que según Miguel García-Posada, estudioso de su obra, le dio un puesto notable en la lírica española de este siglo. "Grácil, fresco, novedoso, dueño de una singular inventiva, capaz lo mismo de la imagen honda que de la pirotecnia verbal, en posesión de un idioma terso, cristalino, que obliga a pensar en Garcilaso, el poeta forjó un universo deslumbrante de visión y expresión, que mereció el inmediato reconocimiento de sus contemporáneos y, ante todo, de sus compañeros de grupo.
Con los versos quemantes de Sobre los ángeles, libro que interpreta una crisis personal, es también el fruto de una crisis estética común a Alberti y a los poetas de su grupo, como a todo el arte occidental, que comenzaba a decir adiós al optimismo de los primeros años veinte. Con potente originalidad, el poeta objetivó en los ángeles las fuerzas del espíritu, según una visión que se debe sobre todo al Antiguo Testamento, y articuló una suerte de intenso drama alegórico. Fue la primera gran expresión del surrealismo español (a su lado, otras expresiones anteriores se aparecen como resueltamente titubeantes), que se adelantó a Poeta en Nueva York, de Lorca, y a Pasión de la Tierra, de Aleixandre, y con ella Alberti se situó en un puesto preeminente de su grupo, cuya cohesión estética, asegurada hasta entonces por la poesía pura, saltaba ya deshecha de modo formal".
De 1930 es su Elegía cívica, primer intento de poesía social. Ese mismo año conoció a María Teresa León, quien sería su mujer. En 1931 estrenó El hombre deshabitado. Entabló amistad con Unamuno, viajó a París y en 1932, a la Unión Soviética. Allí conoció a Pasternak, Cholojov, Aragon y Elsa Triolet y luego en Amsterdam asistió al Congreso mundial contra la guerra.
Así, ya en 1934 comenzó su compromiso político más hondo. Fundó la revista Octubre, que difundía la producción de escritores y artistas revolucionarios. Asistió al congreso de escritores soviéticos en Moscú, pero la rebelión minera en Asturias le impidió regresar a España. Viajó entonces a América como conferenciante político, pasando por Nueva York, La Habana y México.
En 1936, la Guerra Civil le sorprendió en Ibiza, donde tuvo que refugiarse en unas cuevas para huir de la Guardia Civil. Alberti comenzaba entonces su carrera rumbo al exilio. Primero en París trabajó como locutor de radio, pero al estallar la Segunda Guerra Mundial decidió marcharse a Buenos Aires, donde nació su única hija, Aitana. No obstante, su producción literaria continuó con la publicación de La arboleda perdida, dando conferencias y recitales, escribiendo teatro y comenzando otra vez a pintar.
Entre 1951 y 1954 publicó Retornos de lo vivo lejano, Oda marítima y Baladas y canciones del Paraná. Alberti y su alma melancólica e inquieta continúan de exilio en exilio. Viajó a Polonia, de nuevo a la URSS y a otros países del Este y escribió Noche de guerra en el Museo del Prado, donde relata los hechos que lo llevaron a intentar salvar la colección de obras del Museo. Finalmente, antes de regresar a España, el 28 de mayo de 1963, después de casi 24 años de exilio en Argentina, llegó a Roma, cuando ya tenía 61 años. Allí conoció a Ungaretti, Passolini, Vittorio Gassman. Abierto a todas horas fue su primer libro editado en España después de la guerra. En 1977 regresa a España, de donde ya no se movería más.
Tardó en venir. Y aún cuando vino llevaba siempre en el bolsillo un pequeño transistor para oír las noticias: no estaba seguro de que el fascismo no regresara. Aquí y en Europa. ¿Quién está nunca seguro?, comentaba Haro Teglen.
También tardó en irse y lo hizo como siempre quiso y manifestó en uno de sus poemas más conocidos: "Si mi voz muriera en tierra,/llevadla a nivel del mar/y dejadla en la libera/ Llevadla al nivel del mar/y nombradala capitana/de un barco bajel de guerra." La cenizas de Rafael Alberti fueron esparcidas por la Bahía de Cádiz.
- Alberti y la pintura -
"La primera vocación de Rafael Alberti fue la pintura, patente ya en sus primeros años cuando en El Puerto de Santa María dibujaba los barcos que hasta allí llegaban".
Pero su auténtico descubrimiento de la pintura se produce en 1917, cuando, por motivos familiares se traslada a Madrid y entra por primera vez en el Museo del Prado, al que años más tarde desde su destierro argentino rendirá homenaje en uno de sus libros mayores: A la Pintura, dedicado a Picasso.
En él quedará plasmado no sólo su deslumbramiento hacia la pintura y hacia uno de los museos más bellos del mundo, sino también su minucioso conocimiento de las escuelas pictóricas, las técnicas y procedimientos utilizados, el estilo de cada pintor.
Sin abandonar del todo su vocación pictórica, su vida va abriéndose a lo que será el centro de su inspiración: la poesía. Ambas vocaciones las fusionará Alberti en la creación de sus "liricografías", en las que dibuja sus versos ("diérame ahora la locura / que en aquel tiempo me tenía / para pintar la poesía con el pincel de la pintura"). Debajo del poeta late siempre el pintor y viceversa. Su poesía es plástica, llena de color, luminosa como su pintura. Antes de escribirla, según él, tenía que verla dibujada. Y su pintura tiene todo el lirismo de sus versos, el ritmo de sus composiciones métricas. Picasso, en un dibujo que le regaló, le puso la siguiente dedicatoria: "Del poeta Pablo Picasso al pintor Rafael Alberti". Fundación Rafael Alberti
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El juego de la Oca-Toro, 1973. |
Poemas a los genios del postimpresionismo
A través de la expresión sintética de la poesía, Alberti nos muestra la dificultad con que Cézanne se enfrenta al investigar nuevas formas de creación en las que los valores geométricos se imponen como uno de los elementos esenciales de la pintura.
A CEZANNE, precedente del cubismo, le dedica el siguiente poema.
"L'Estaque" |
GAUGUIN centrará su actividad creadora en la expresión del color. El color y la luz de los mares del sur, de su refugio tahitiano, de su pequeño paraíso.
Su obra abrió el camino al fauvismo.
Alberti la describe así:
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"El caballo blanco", 1898 |
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"Felicidad" |
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"Tahitianos" |
VAN GOGH, el artista atormentado, de enorme creatividad, un genio innovador que mostro a través de su obra una extraordinaria fuerza expresiva, precedente del expresionismo, será objeto también de la poesía de Alberti: