G. A. BÉCQUER

Canto a Teresa

Botticelli

¿Por qué volvéis a la memoria mía
tristes recuerdos del placer perdido,
a aumentar la ansiedad y la agonía
de este desierto corazón herido?

¡Ay!, que de aquellas horas de alegría
le quede al corazón sólo un gemido,
¡y el llanto que al dolor los ojos niegan
lágrimas son de hiel que el alma anegan! (…)

¿Quién pensará jamás, Teresa mía,
que fuera eterno manantial de llanto,
tanto inocente amor, tanta alegría,
tantas delicias y delirio tanto?

¿Quién pensará jamás llegase un día
en que perdido el celestial encanto
y caída la venda de los ojos,
cuanto diera placer causara enojos?

Aún parece, Teresa, que te veo
aérea como dorada mariposa,
ensueño delicioso del deseo,
sobre tallo gentil temprana rosa,
del amor venturoso devaneo,
angélica, purísima y dichosa,
y oigo tu voz dulcísima, y respiro
tu aliento perfumado en tu suspiro.

Y aún miro aquellos ojos que robaron
a los cielos su azul, y las rosadas
tintas sobre la nieve, que envidiaron
las de mayo serenas alboradas,
y aquellas horas dulces que pasaron
tan breves ¡ay! como después lloradas,
horas de confianza y de delicias,
de abandono, y de amor, y de caricias.

Que así las horas rápidas pasaban,
y pasaban a la par nuestra ventura;
y nunca nuestras ansias las contaban,
tú embriagada en mi amor, yo en tu hermosura,
las horas ¡ay! huyendo nos miraban
llanto tal vez vertiendo de ternura,
que nuestro amor y juventud veían,
y temblaban las horas que vendrían.

Y llegaron en fin: ¡oh!, ¿quién impío,
¡ay!, agostó la flor de tu pureza?
Tú fuiste un tiempo un cristalino río,
manantial de purísima limpieza;
después torrente de color sombrío,
rompiendo entre peñascos y maleza,
y estanque, al fin, de aguas corrompidas,
entre fétido fango detenidas. (…)

Mas ¡ay! que es la mujer ángel caído
O mujer nada más y lodo inmundo,
hermoso ser para llorar nacido,
o vivir como autómata en el mundo;
sí, que el demonio en el Edén perdido
abrasara con fuego del profundo
la primera mujer, y ¡ay! aquel fuego
la herencia ha sido de sus hijos luego (…)

¡Pobre Teresa! ¡Al recordarte siento
un pesar tan intenso…! Embarga impío
mi quebrantada voz mi sentimiento,
y suspira tu nombre el labio mío;
para allí su carrera el pensamiento,
hiela mi corazón punzante frío,
ante mis ojos la funesta losa,
donde vil polvo tu beldad reposa.

Y tú feliz, que hallaste en la muerte
sombra a que descansar en tu camino,
cuando llegabas mísera a perderte,
y era llorar tu único destino;
cuando en tu frente la implacable suerte
¡grababa de los réprobos el sino…!

¡Feliz la muerte te arrancó del suelo,
y otra vez ángel te volviste al cielo. (…)
¡Oh! ¡Cruel! ¡Muy cruel!... ¡Ah! Yo entretanto
dentro del pecho mi dolor oculto,
enjugo de mis párpados el llanto
y doy al mundo el exigido culto,
yo escondo con vergüenza mi quebranto,
mi propia pena con mi risa insulto,
y me divierto en arrancar del pecho
mi mismo corazón pedazos hecho.

Gocemos, sí: la cristalina esfera
gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¿Quién a parar alcanza la carrera
del mundo hermoso que al placer convida?
Brilla radiante el sol, la primavera
los campos pinta en la estación florida:
truéquese en risa mi dolor profundo…
Que haya un cadáver más ¿qué importa al mundo?


Vicente Palmaroli

Un 22 de diciembre de 1870 fallecía el escritor sevillano Gustavo Adolfo Bécquer a los 34 años. Poeta, autor de cuentos, amante de la Belleza, alma sensible, nos ha quedado como uno de los autores más representativos del Romanticismo español, a pesar de que en sentido estrictor, al igual que Rosalía de Castro, escribió cuando este movimiento ya había pasado de moda y España se había sumergido en la corriente realista.
Como buen artista decimonónico, su salud fue más bien precaria y en los últimos meses de 1870 su mal estado se agravo a causa del frío invernal. En sus últimos momentos, pidió a su amigo el poeta Augusto Ferrán que quemasen sus cartas («serían mi deshonra») y que publicasen su obra (de forma clarividente, Bécquer confesaba: «Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo»).

Sus ‘Rimas’ pertenecen al manuscrito original ‘Libro de los gorriones’, que después de su muerte fueron publicadas siguiendo un orden que Bécquer no había dispuesto, y en el que hay cuatro bloques temáticos: la creación poética, el amor esperanzado, el desengaño y la soledad y la muerte.
Uno de los poemas, de tantos que me gustan, que me sigue pareciendo de los mejores escritos en español es la Rima I. Empieza así:
Yo sé un himno gigante y extraño / que anuncia en la noche del alma una aurora / y estas páginas son de ese himno / cadencias que el aire dilata en las sombras.
Tras muchos años de leerlo por primera vez, me sigue pareciendo fascinante cómo las Rimas se abren con este poema. Aunque no fuera la primera que Bécquer escribió, sin duda tiene una fuerza impresionante. Como gran poemario romántico se abre con ese yo que es el resumen de toda la subjetividad, intimismo y la puerta a todo un mundo aparte que aportaría el movimiento a la literatura. El poeta se sabe un ser especial, alguien tocado por las musas, un intermediario entre el mundo de las ideas y de los dioses y el ser humano. El yo romántico está por encima de este mundo. Se eleva por encima de sus miserias cotidianas y vuela alto en su ensoñación de ideales. Su gran don esla palabra, el poder otorgar nombres a la realidad, la poesía. Por eso Bécquer es consciente de ese gran poder, ese himno gigante y extraño, que intuye, puesto que el romántico es más irracional que lógico. Sabe que tiene ese don, pero una cosa es intuirlo y otra es ponerlo en palabras (yo quisiera escribirlo, del hombre / domando el mezquino idioma), pero una idea, la Idea, la Poesía se resiste a ello (pero en vano es luchar; que no hay cifra / capaz de encerrarlo). Este poema, para mí, es la quintaesencia del romanticismo y uno de las mejores metapoesías que jamás se han escrito.
Con todo, Bécquer es mucho más; seguro que todos conocéis su recopilación de leyendas tradicionales publicadas bajo el parco título de ‘Leyendas’. De adolescente siempre fui un gran lector de Bécquer; bueno, de hecho, creo que cualquier joven con un mínimo de sensibilidad puede verse tocado o reflejado en los poemas del autor, en tanto que sus cuentos, con todo el ampuloso lenguaje romántico que utilizan, son una muestra del relato fantástico español de primer nivel.
Aunque también os he de decir, como profesor, que las nuevas generaciones se sienten cada vez más extrañas ante su obra (bueno, ante la de Bécquer y ante toda la literatura clásica en general). A pesar de que personalmente creo que el lenguaje de Gustavo Adolfo no es especialmente complicado de entender, los alumnos de Secundaria (los de 4º, los mayores, ojo) se quejan de que a menudo no entienden lo que leen, posiblemente porque el sistema educativo vigente y su experiencia personal no les han provisto de vocabulario y herramientas suficientes como para disfrutar de estos textos en condiciones. Pero esto es otro tema que espero abordar pronto con vosotros.
Concluyendo, nunca está mal volver sobre los textos de uno de los más grandes autores que nos ha dado la literatura española como Bécquer, y hoy es una muy buena oportunidad de hacerlo.



- Su influencia en la restauración del patrimonio nacional -


Pocos son quienes, al escuchar el nombre de Gustavo Adolfo Bécquer, no sean capaces de recitar alguno de sus poemas, rimas o de citar alguna de sus famosas leyendas, tal vez algunos menos quienes lo identifican con su obra dramatúrgica como traductor, periodística y como dibujante pero son aún menos quienes al escuchar el nombre de Gustavo Adolfo Bécquer lo identifican con una importante obra sobre el patrimonio español en el siglo XIX y su trabajo, breve pero intenso, en la Dirección de Bienes Nacionales.
Obtuvo el puesto como escribiente en la Dirección de Bienes Nacionales gracias a su amistad con Ramón Rodríguez Correa, quien también trabajaba allí pero fue despedido al poco tiempo al ser descubierto en una inspección rutinaria realizando dibujos “entre expediente y expediente que copiaba”, según narra su amigo Rodríguez Correa.



 Valeriano Bécquer.

Tras su paso por la Dirección de Bienes Nacionales se embarca en la realización de una obra de gran envergadura, un proyecto fallido que no llegó a completarse más que en un volumen pero que, supuso un gran intento compilador del patrimonio religioso español, a modo de inventario y catálogo que solo pudo llevarse a cabo en la ciudad de Toledo.

El gran proyecto debía titularse: Historia de los templos de España pero finalmente solo pudo ver la luz el volumen dedicado a Toledo y titulado: Historia de los Templos de Toledo.
El proyecto arranca en 1857, junto a Juan de la Puerta Vizcaíno, pero este proyecto de magnitudes casi inabarcables, requería numerosos especialistas en el campo de la historia, del arte, de la arquitectura e incluso de la literatura, especialistas que no terminaron de sumarse desinteresadamente al proyecto de Bécquer siendo esta una de las causas del fracaso, sumado a lo inabarcable que era el proyecto en la época, el tiempo necesario a invertir y los costes.
Pero de ese gran proyecto si nos legó “un ejemplo” de lo que pudiera haber sido su magnánima obra, el volumen dedicado a Toledo.


San Juan de los Reyes (Toledo)

La Historia de los Templos de España fue un intento fallido de realizar un inventario de los templos o arquitectura religiosa de España mezclada con ese halo de romanticismo propio del siglo XIX en la línea de autores como Chateaubriand; ese afán por evocar un pasado nostálgico mejor, la valoración de la ensoñación de la ruina poética, entroncando con las influencias inglesas y, su proximidad con el exotismo que encuentra en el arte medieval, principalmente en el gótico y en la arquitectura “arábiga” de muchos templos españoles. En el volumen dedicado a los templos de Toledo se analiza perfectamente todos estos componentes.

Su gran afición por la arquitectura le llevó a emprender esta obra, este intento de recuperar las “ruinas del pasado” , depositando gran parte de sus ilusiones en la recuperación de los edificios religiosos españoles los cuales, representaban algo más que un conjunto de ruinas y de piedras, era la imagen más fiel de España, de su arte nacional.
En Bécquer se reunían todos los componentes del romanticismo, su interés por el arte, por la historia, por la religión católica y por el exotismo, reflejados en el volumen de los templos de Toledo. En la introducción a la obra dice:

"La tradición religiosa es el eje de diamante sobre el que gira nuestro pasado. Estudiar el templo, manifestación visible de la primera, para hacer en un solo libro la síntesis del segundo: he aquí nuestro propósito. Para conseguirlo, evocaremos de las olvidadas tumbas en que duermen al pie del santuario a esos Titanes del arte que lo erigieron. (…)De sus labios sabremos qué misteriosas transformaciones llevaron el germen de la ojiva contenido en el semicírculo a concluir en su desarrollo en el arco conopial; en qué visión terrible contemplaron ese mundo silencioso y quimérico que esculpían bajo el follaje de piedra de las arcadas; en donde, en fin, está la clave invisible de esas robustas bóvedas, el firme cimiento de esas agujas aéreas con que coronaron sus edificios. "

En la introducción también hace mención a la metodología que va a emplear para llevar a cabo el proyecto:

“Registraremos los archivos, y al consultar los gloriosos anales de nuestra historia, nos remontaremos de fecha en fecha, hasta descubrir las fuentes de la filosofía y del saber en el silencio de los claustros, y, en el origen de éstos, el arco de triunfo que elevó a cada una de sus victorias la reconquista.

Por último cuando nos hayan revelado sus secretos las artes, cuando descifremos al Apocalipsis de granito que escribió el sacerdote en su santuario y aparezcan a nuestros ojos esas generaciones gigantes que duermen bajos las losas de sus sepulcros, arrojaremos sobre el confuso caos de tan diferentes ideas, un rayo de la fe que creara, y éste será el FIAT LUZ que disipará las sombras de ese pasado desconocido.

Los hombre de reputación mejor adquirida ente nuestros arqueólogos; lo más ardiente e instruido de esa juventud que espera con ansia el instante de saltar al palenque literario para probar sus fuerzas con un asunto grande, han tomado sobre sus hombros, no sin contar antes con el apoyo del Trono, de la Iglesia y de la opinión pública, la colosal empresa de armar el esqueleto de esa era portentosa, que, herida de muerte por la duda, acabó con el último siglo.

Acaso, cuando ya reunidos sus fragmentos, pongamos en pie al coloso de las creencias, sus gigantes proporciones humillen y confundan la raquítica Babel de la impiedad.”

A principios de agosto de 1857 salió a la luz la primera entrega de la Historia de los templos, bajo la protección de la reina Isabel II pero en noviembre de 1858 la empresa editorial quebró dejando el proyecto inacabado y al autor en un estado de agotamiento que le hizo enfermar, secuelas que tuvo hasta su fallecimiento en 1870.

Portada del libro: Historia de los Templos de España: Toledo.

La obra Historia de los Templos de Toledo fue y es un documento esencial para comprender las teorías románticas de la época y comprender por qué se incidió más en la restauración de unos templos que de otros, que estuvo determinada por las opiniones románticas y las visiones de autores como Gustavo Adolfo Bécquer.


RIMA LII


Friedrich


Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!


Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!

Nubes de tempestad que rompe el rayo
y en fuego encienden las sangrientas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!

Llevadme por piedad a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!




- Rima IV -


Callíope. Pintura romana

No digáis que agotado su tesoro,

de asuntos falta, enmudeció la lira.

Podrá no haber poetas, pero siempre

habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,

mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,

mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a do camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!

Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían,
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila,

mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,

mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!


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