Una vez ya cruzado, y de nuevo del sol la luz clara
Vas a ver? Vamos, no te empeñes en tamañas porfías.
En efecto, también Sísifo, rey de los eolios, que a todos
Superaba en ingenio, se jactó de escapar a la muerte.
Y, desde luego, el muy artero, burlando su sino mortal,
Dos veces cruzó el vorticoso Aqueronte. Terrible
Y abrumador castigo le impuso el Crónida más tarde
Bajo la negra tierra. Con que, vamos, no te ilusiones.
Mientras jóvenes seamos, más que nunca, ahora importa
Gozar de todo aquello que un dios pueda ofrecernos.
Destella la enorme mansión con el bronce;
Y está todo el techo muy bien adornado
Con refulgentes cascos, y de ellos
Cuelgan los albos penachos de crines
De caballo, que engalanan el arnés
De un guerrero. De ganchos que ocultan
Que están enganchadas las grebas brillantes
De bronce, defensas del más duro dardo,
Los coseletes de lino reciente
Y cóncavos escudos cubren el suelo.
Junto a ellos están las espadas de Cálcide,
Y muchos cintos y casacas de guerra.
Ya no es posible olvidarnos de eso,
Una vez que a la acción nos hemos lanzado.
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